CARLOS PALOMETA.
Rafael Bauzá Diez (Gibara,
Holguin)
[Mención del Concurso de texto informativo y
literario Cubanos de Pesca 2016]
Sentado sobre el escalón de la
Farmacia de Gibara, una pequeña y pintoresca villa de pescadores en la costa Norte del Oriente
de Cuba procura entre sus manos
temblorosas encender un pedazo de tabaco que del manoseo ya ha perdido su brillo.
Tal vez sea ese el único lujo que se pueda dar en el día, luego
de caminar calles y más calles bajo el ardiente sol de Agosto, repartiendo a
todos su pregón de supervivencia: La miel, la miel.
Desde hace algún tiempo, sus
piernas arqueadas y sus manos débiles, le han privado de la gloria de antaño, A
el sólo le quedan los recuerdos y remembranzas de los tiempos idos.
Sus ropas raídas y el saco de yute vacío, torcido en el extremo
superior, que descansa a su lado, delatan al hombre pobre, lleno de carencias
materiales que aún se mantiene luchando por la vida. Sus ojos vividos y su
atenta expresión esconden al héroe.
Lo veo de lado cuando voy a la
cafetería que queda en el costado de la Farmacia a tomar un café, para encender
el no-se-ya-cuantos cigarrillo del día y su odisea, con aquel pedazo de tabaco
estrujado y su húmeda caja de fósforos, solidarizan al fumador. Me asalta la idea de regalarle uno nuevecito escogido por mí. Un impulso desconocido me
atrae hacia ese viejecito de casi 90 años, pescador de fama en la Villa. Cruzo
la calle y….
― Carlos, mire, le traigo un
tabaco.
Me mira de arriba a abajo, algo
sorprendido y lo acepta rápidamente. Lo guarda en el bolsillo superior de la
camisa y dice.
― Este pa’ por la noche…
― Enciéndelo ahora Carlos, yo te
traigo otro.
― No, no, gracias, aquí yo traigo
un pedazo mío.
― ¿Y qué? ¿Ya vendiste la Miel?
― Solo me queda una botellita
aquí, pero hace mucho sol, me voy pa´ la casa.
― Hace una buena calma Carlos, no
corre ni gota de brisa
― Si, buena calma.
― Y la marea está seca, mire la
luna arriba, es menguante.
― Ahí arriba todavía no esta
seca., seca, debe pasarse un poquito del medio del cielo.-
― ¿Y usted pesca? ― La pregunta
ingenua, sonsacando.
― Yo pescaba hace cuatro o cinco
años, pero ya no.
― Y eso que pasa, ya no te gusta
pescar.
― No, es que la pesca que me
gusta ya no la puedo hacer, …las piernas.
― ¡Ah! ¿Le duelen las piernas?
― No, no me duelen, es que ya no
tengo fuerzas para andar por la explaná.
― ¿Y usted pescaba por la
explanada?
― Sí, la verdad que hacía buenas
pescas.
― ¿A cordel, no?
― No, no, nunca me gustó el
cordel, yo pescaba con mi vara.
La vara es un arte de pesca
utilizado generalmente por campesinos de la costa y otros pescadores de orilla
en Gibara. Consiste en una vara larga de madera, flexible y fina, de mas o menos cuatro o cinco metros de longitud, la cual se enrolla
en su parte media superior con un hilo de seda fuerte que termina en una gasa
en el extremo de la que pende un alambre de acero fino y resistente, al final
del alambre que es ligeramente mas corto que la vara se coloca un anzuelo
reforzado.
La pesca con ese arte, que por
ser de bajo costo y poca complicación es
utilizado generalmente por la gente mas humilde, se hace desde la orilla, sobre
la línea de la costa y tiene su secreto en que algunos peces grandes y muchos medianos y pequeños, a
veces buscan en la misma orilla , el alimento fácil, cangrejitos, pulpitos,
erizos y toda la fauna marina que habita en la roca y los cercanos arrecifes de
la costa.
― Ven acá, Carlos, ¿y se coge algo con eso?
― Que si se coge, yo hacia pescas
de más de medio saco de pejes.
― ¿Si? ― le digo sorprendido ―,
¿y donde hay tantos peces?
― En la costa, ahí en la ensenada
de la Canoa, y después de Punta Rasa, todo por ahí pa’llá hasta llegar a Caletones.
La bahía de Gibara es una Bahía
de bolsa, fue el segundo punto de arribo a Cuba del Almirante Cristóbal Colón
en su viaje descubridor de América,
después de la cercana Bahía de Bariay ,
ahí en esa zona conoció a los naturales aborígenes , intercambió con
ellos y vio por primera vez el tabaco.. A esa zona la bautizó como Río de Mares
por la forma en que los actualmente llamados Río Gibara y Cacoyoguin desembocan en un amplio estuario.
También describió un promontorio
que domina la dársena de la Bahía, el cual recomendó para hacer una
fortificaron militar que protegiera el comercio
y la navegación. Gracias a que lo escuchó años más tarde Francisco
García Holguín, Gobernador de la zona de Holguín, es que hoy existe La Villa de
Gibara. Monumento Nacional de Cuba.
Esa bahía comienza por el
Oeste en una punta llamada Punta Rasa, donde hoy se asienta un Faro de ayuda a la navegación , el mar es abierto y forma una Ensenada , que es
batida por el oleaje que provocan los vientos del Anticiclón del Atlántico,
El continuo batir ha creado una zona abrupta de rocas
cársicas de agudas puntas, llamadas
comúnmente Dientes de Perro. Pero más a la orilla, la erosión de la ola hace
romas esas puntas y en la línea del mar se ha creado una explanada de mas o
menos dos metros de ancho, cubierta de algas y otras plantas marinas, que la
pleamar mantiene sumergida , pero la bajamar descubre. Por ese camino, cuando
no hay oleaje, se puede caminar, y acceder a la caída vertical al agua. Es una
zona rica en vida marina y la aprovechan los naturales para pescar, solo cuando
hay mucha calma y la marea está seca.
― ¿Pero chiquitos los peces,
Carlos?
― Bueno algunos grandes también,
y bien grandes.
― ¿De diez libras?
― Yo cogí una palometa de
veintidós libras.
― ¿Veintidós que?
― Veintidós libras mijo.
― ¿Y no te revolcó?
― Bueno, quiso revolcarme, pero
no me dejé.
― ¿Pero aguantó la vara?
― Yo hice una vara de Yaya, no
era muy larga, pero gordita, le puse una alambrá de siquillama que me regaló Velette el patrón de
la Natacha, era de los palangres de coger agujas y la destejí y le puse solo
dos pelos trenzados pa´ que pescara..
― ¿Y el anzuelo?
― Un anzuelito reforzado del
ocho. Me lo hizo Adrián, un muchacho del Guirito, con un pedacito de alambre de
aro.
― Y me va a contar como fue eso.
― Sí, yo cogía la guagua de
Caletones por la tarde, salía a las cuatro más o menos y me quedaba en Los
Cocos. Allí iba a casa de un pariente mió y por la noche me metía en los montes
de los Uverales a coger maqueyes pa’ la carná.
― ¿Y a qué hora salías a la
costa?
― A las tres de la mañana hay
tremenda picá, pero hay que cuadrar la luna y la marea, no puede estar muy
grande la luna y la marea debe estar secando. Ah y el mar debe estar como un
plato. Ah, debes llevar una caneca pa alumbrarte
Ese día yo fui y el mar tenía su picaito, pero me
arriesgué, porque andaba con unas alpargatas de lona y suela de gomas de camión
que se aguantaban bien en la piedra.
― ¿Y?
― Yo venía caminando por la
explaná desde las Covachas tirando pa´
Gibara, a donde pensaba llegar sobre las ocho de la mañana, ya había cogido
unos buenos roncos cangrínados, dos cabrillas, unos cajisotes y una tremenda
chopa como de seis libras.
“Esa chopa me halaba tirando pa’
Caletones pero la pude subir., la dominé rápido.
“Ya casi me iba por que se cayó la
pica y me quedé un rato esperando y caminé
un poco palante, pero se me pegó
el anzuelo y me puse bravo y le dí un tirón pa’rriba y medio que se enderezó un
poquito., entonces, cogí con el cabo del cuchillo y le di en la puntita
contra una piedra y ná seguí caminando
pa’ Gibara por toda la explaná, pensando si seguir pa’lante o salía pa’la
carretera ya. Eran como las seis y media de la mañana y la bola roja de sol
asomaba por el horizonte por arriba del Astillero del otro la’o de la bahía. En
el mar se hacía un reflejo que me tenía medio ciego,
“Se empezó a levantar una brisita
y el mar que estaba un poco picaito se empezó a revolver más todavía.
Las olas subían por la explaná y
me estaban bañando las rodillas y cogí miedo que me llevaran el saco de los
pescaos, pero me quedaba un poco de
carná y tenía ganas de seguir pescando.
“Entonces veo un altico entre dos
piedras planas que se metían dentro del mar y todavía se podía subir uno arriba
de ellas, a eso es lo que le dicen la Piedrona y es un buen pesquero y dejé el
saco afuera, en una posa seca del arrecife y bajé a la explaná y me metí adentro del agua sobre la piedrona.
Se me ocurrió meterle un maquey entero sin sacarle las patas, como estaba vivo
todavía movía las paticas y las muelas en el anzuelo, eso llama a los peces
grandes, porque los chiquitos le cogen miedo. El agua estaba verdecita y ya me
estaba dando frío porque era Noviembre y
estaba a punto de entrar un Humón.
“Estaba medio entretenío cuando
siento el tirón pa’bajo, duro, durísimo,
casi me sacó la vara de la mano, pero me afinqué en la piedra y aguanté firme.
“Entonces el alambre tiró pal
costao buscando Caletones y era un tren jalando, y la vara se me obava y yo
pensé que se partía y me acordé en ese momento que el anzuelo lo tenia que
haber cambiao. Siempre pasa, el pescao más grande pica en el anzuelo más
chivao, pero no , seguía aguantando, me viró
la alambrá pa’l otro lao y
chillaba al cortar el agua, pa un lao y pa’l otro y yo aguantando. Las
manos me dolían, resbalé un poquito,
pero doblé la rodilla sobre la piedra y me pude enderezar, afincando las
alpargatas en huequito de la piedra y el bicho jalaba lo mismo pa’bajo que pa’
los costaos, menos mal que no me jaló por derecho, sino, no aguanta ni la
alambrá ni el anzuelo, y así me pasé tremendo rato, y yo esperando que se
cansara y ya el que se estaba cansando era yo, tenia las manos acalambrás y
aquel bicho , como si ná , en ese lio me viro un poquito de costao y veo que el
viene pa’rriba de mí y le doy un jalón mas duro y la subo pa’rriba de la piedra
y me tiré pa’tras y la acabé de subir y era un cosa plateada, grande muy
grande, entonces la jalé mas pa’rriba y dije ya es mía, le fui pa’rriba le metí
la mano en la agalla y arrastrándola la subí un poco más, enredaos peje,
alambre y la vara suelta por un lao.
“Cuando la tenía arriba la pude
mirar bien, era una palometa, me llegaba más pa’rriba de las rodillas, el corazón me quería explotar me senté un rato en un hueco de la piedra del
diente de perro a respirar.
Cuando la tenía arriba la pude
mirar bien, era una palometa, me llegaba más pa’rriba de las rodillas, el corazón me quería explotar me senté un rato en un hueco de la piedra del
diente de perro a respirar.”
― ¿Pudiste con todos los pescaos?
― Traía como cuarenta libras,
pero la palometa no me cabia en el saco, le pase una soguita por la agalla y
salí pa la carretera, ya eran como las siete y media.
“Me quedaban como cuatro
kilómetros pa llegar a Gibara e iba despacito por la carretera cuando me para
un carro de turismo, iba una mujer rubia manejando, una extranjera. Con ella
iba un muchacho mulato. Me preguntaron si yo vendía el pescao, pero le dije que
no.
“Siguieron palante, pero al
poquito rato pararon y viraron pa tras, y me dijeron que si iba muy lejos. Yo
le dije que pa Gibara, y me dijeron que montara.
“Yo no quería montar porque
estaba mojao, sucio y con peste a pescao pero, ellos insistieron y estaba
cansao. Me monté y en un ratico ya estaba en el Güirito que es donde yo vivo.
Le di las gracias y cuando me bajé to el
mundo fue pa´rriba de mí a ver el pescao.
“Unos decían que pesaba veinte
libras otro que treinta. La gente del carro se quedaron allí entonces yo le
dije que si la pesaba, se la vendía,
“Me preguntaron que donde la
podíamos pesar y uno dijo que en la tienda de víveres con Juan José el dependiente,
que es enfermo a la pesca. Nos montamos y fuimos a la tienda, cuando Juan José
la vió, se volvió loco y enseguida la pesó. Eran veintidós libras exactas.
Entonces le dije a la mujer que era a cinco pesos la libra y me dieron diez
dólares, le dije que no tenia vuelto y me dijeron que lo dejara. Así,
contentos, se montaron en el carro y se
fueron pa´ Holguín.
“Como era temprano la vieron poca
gente, pero Juan José el dependiente si sabe lo que pesó.. Ahora algunos no me
creen, pero yo nunca digo mentiras.
― Que vá Carlos si Gibara entera
sabe el cuento de la Palometa, yo también lo había escuchado, pero quería oírlo contar del protagonista. Gracias
Carlos por contarme.
― De nada mijo.
― A lo mejor escribo algo sobre
esto.
― ¿De verdad?
― ¿Puedo?
― Bueno, sí.
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