UN ADIÓS A PAIROL

“Murió Pairol”, nos pone al tanto una llamada a mitad de este martes 17 de marzo de 2009. El mensaje es personal, coloquial y muy triste, pues se trata de un amigo común, de un pescador aficionado con quien nos encontramos en más de cuatro rincones de este archipiélago, siempre al borde de alguna broma. Lo envían de la oficina del Ejecutivo Nacional de la Federación Cubana de Pesca Deportiva (FCPD), pero no habría manera de escribir un solemne comunicado oficial.

Lo primero que viene a la mente cuando se piensa en Pairol es que durante mucho tiempo su nombre ha encabezado múltiples acciones relacionadas con el desarrollo de la pesca deportiva en la provincia de Cienfuegos. Y de inmediato se le recuerda siempre en la proximidad de su familia, de su esposa Niurka, muchas veces hasta de su madre, acompañándole en eventos que podrían ser en cualquier parte.

Demasiado pronto para recordarle en pasado: Antonio Miguel Pairol Velásquez nació el 22 de febrero de 1966. Todo su tiempo transcurrió en Cruces, pueblo de unos 20 mil habitantes en el centro de la Isla, desde donde irradiaba su cordialidad y entusiasmo, haciéndonos caer en la cuenta de que lo verdaderamente importante no viene de jerarquías ni urbes con título, surge del alma de los hombres, en torno a los cuales las instituciones adquieren su auténtico carácter. Pairol era, en escueta síntesis, la vocación por pescar, y con ella y su cordialidad arrastraba a los otros y le daba a la asociación de los pescadores cubanos uno de sus posibles estilos.

A veces transcurre bastante tiempo sin que nos encontremos con alguno de estos amigos de la pesca, unas veces conocidos durante coberturas periodísticas, otras, como contrincantes en algún certamen. Pero nos parecía esta vez que apenas habían pasado unos días desde que lo habíamos visto el verano pasado, durante la competencia nacional infantil que había sido uno de los más apasionados en alentar. Llevó a su hija, una muchachita aun, y a su sobrino, que hicieron un buen papel, reflejado en este blog, en el periódico de su provincia, el “Cinco de Septiembre”, y hasta en la edición digital de Pionero, la publicación de los adolescentes del país.
Cesa su vida en momentos en que se encontraba precisamente en Santa Clara, la sede de aquel hermoso certamen, adonde fue “por algún asunto de la pesca”, nos informa el directivo de la FCPD que ha llamado. Unas semanas atrás le había aquejado un percance de salud, asociado a una dolencia muy antigua: “Lo más notable es que Pairol se dedicaba a este deporte y a las actividades organizativas de la pesca recreativa a partir de una condición de salud comprometida, pues muy joven había afrontado una intervención quirúrgica a corazón abierto”, nos dice.
En el estudio de las personalidades del deporte de la pesca, que ya va haciendo falta en Cuba, las páginas dedicadas a Pairol Velásquez no serán de las menos nutridas. Revisando las notas a mano, aparece en dos ocasiones al menos como integrante de los equipos campeones del torneo nacional de pesca de la aguja Ernest Hemingway. A principios del año 2000 había sido uno de los líderes en el XIX Torneo nacional de la pesca de la trucha.

En el año 2007 aparece en los escalafones nacionales de la pesca fluvial y del lanzado ligero marítimo. En octubre de 2008 sube al podio a recibir el premio al tercer lugar en el Torneo abierto de spinning marítimo de Playa Inglés, una cita en la que había puesto su entusiasmo personal en Cienfuegos, apenas unas semanas más tarde de impulsar en el territorio la eliminatoria local del Torneo infantil, llevando al certamen nacional en Minerva, Villa Clara, a algunos de los más relevantes competidores.

Puede que sea inevitable hallar el final de la existencia en el espacio que cada uno se va creando en la vida, y que natural tendría que ser el aceptarlo. Pero ahora mismo duele pensar cuánto faltará ahora el entusiasmo de este viejo amigo, que algo habrá cambiado cuando en al arribo de cualquier competencia no se anuncie su llegada con risas y disparates a viva voz.

Cierto que la mayoría de nosotros va a negarse a recordarlo con solemnidad, ya lo he dicho, ni hay peligro de que se le olvide ni un poco. Lo que sucede es que hay mucho tiempo futuro aun en que lo extrañaremos, necesitaremos de la experiencia suya que empezó temprano y debió crecer. Y allá en Cruces, en la casa familiar de cálidas bienvenidas, queda una ausencia para el amor de los suyos. Y eso también nos duele.

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