APRENDIENDO EL FLY CASTING
(Publicado por la revista Heraldo Deportivo, California, Estados Unidos de América; Año X, No. 104, febrero de 2004, páginas 19 y 20)
Cuando uno se ha pasado toda la vida haciendo que la línea de su avío sea halada por algo relativamente pesado, es inevitable que mire con desconcierto y también algo de desconfianza la primera vez que tiene cerca de sí a uno que logra todo lo contrario: hacer que sea la línea la que conduzca a un punto preciso del agua, generalmente en las proximidades de picada efectiva de algún pez, un señuelo casi ingrávido.
A qué negarlo: si la precisión que alcanzan algunos pescadores a fly con su reptante línea nos desconcierta a los lanzadores a spinning, la eficacia en número de picadas podría llevarnos a la envidia. En este punto, podemos echar mano del consuelo de que el spinning se usa con mayor amplitud, que los peces son mayores y más largas las distancias que podemos alcanzar...
Con un poco de atención, se comprende que ambas técnicas son válidas, muy deportivas, y que el empleo de una u otra va a depender de las aguas y las especies que tengamos a mano, como asimismo de lo que busquemos en la pesca. Si sobre todo es el disfrute, la emoción de lidiar con elegancia un pez sin importar su talla o qué haremos después -si freirlo o soltarlo-, entonces vale la pena aprender a pescar a fly.
El primer equipo para pescar a mosca lo adquirió este redactor hace un par de meses, después de que un amigo, guía de esta especialidad, le invitó a reportar para la revista de una compañía de aviación un pequeño torneo de pesca del macabí en el Caribe. No hacía falta tanto para caer en el encantamiento.
¡Cosquilleaban las manos por tomar una caña de aquellas y probar que en verdad una crazy charlie tiene el poder que dicen sobre el macabí y otros peces de las aguas someras! Pues así fue. Caña, carrete, "cola de rata" (así le llaman los españoles a esta línea especial para pescar a mosca) y bajos de línea de diámetro descendente. Y un puñado de moscas que nos hizo el amigo, quien además nos entrenó.
Fue terrible, pues uno tiene que olvidarse de los movimientos y de la fuerza que se pretende poner al brazo, para disciplinar cada músculo y lograr ahora con delicadeza lo que en la otra técnica se obtiene con presión. Alta la caña, sincrónicos los movimientos del antebrazo, exacta la muñeca en el golpe final de cada impulso, armoniosa la liberación de la línea y viaja ya la mosca por el aire como llevada por un látigo que no golpea ni estalla, sino que posa su suave extremo en el agua sin rizarla.
La charlie, con sus ojillos saltones, conquistó un macabí de 4 libras y media que salió con ella sus buenas 250 yardas. Es un comienzo y no hay que pavonearse por ello. Pero valió la pena el tiempo invertido en aprenderlo.
Respecto a la talla que pueden alcanzar los peces cobrados con esta técnica, leemos en el World Record Game Fishes del 2003 que en Australia capturaron el año pasado un marlin azul de 288 libras, pero usted podrá sentirse no menos felíz si pesca la corbina o el halibut en Long Beach, la lobina rayada (striped bass) en Sacramento River o el black bass en el lago Dixon. Luego me cuenta.
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