SE DEFINEN LOS ESTILOS
(Publicado por la revista Heraldo Deportivo, California, Estados Unidos de América; Año IX, No. 99, septiembre de 2003, páginas 27 y 28)
En la época en que el inglés Izaak Walton publica su genial The Compleat angler, el equipamiento esencial para la pesca deportiva estaba constituído por una larga caña y una línea de crin o seda, además de anzuelo y flotador de pluma de ganso o cisne, por supuesto. En dependencia del tipo de pesca que se fuera a llevar a cabo, esa línea podía ser más corta que la caña o un par de yardas más larga, pero esa era toda la elección.
La adición de un carrete que permitiera manipular la línea durante la pesca, realizar lanzamientos más extendidos y controlar el pez desde mayor distancia, al parecer era practicada por los egipcios desde la época de los faraones, y probablemente tambien por los chinos desde cualquier momento de su milenaria historia, pero sólo en la segunda edición de la obra de Walton se menciona la utilización de tal implemento, denominado "wheele" por el autor del siglo XVII.
Durante cientos de años, los más significativos aportes a la tecnología de la pesca deportiva fueron lidereados por Inglaterra. A partir de 1800 los Estados Unidos logran alguna participación en esta historia, cuando un relojero de Kentucky, George Snyder, concibió un carrete que aportaba línea durante el lanzamiento.
De esta manera se solucionaba la necesidad de un avío para el empleo de carnadas pesadas, pues en la pesca con mosca la línea es extraída manualmente del carrete para liberarla en el instante preciso en que lo requiere el impulso dado a la caña. Así, la rígida línea es la encargada de conducir un señuelo ingrávido, lo cual no es un método viable cuando lo que se pretende ofrecer al pez es una rana, un camarón o un pesado señuelo.
Alrededor de 1833, el también relojero Jonathan Flemming Meck recibió el encargo de reproducir un carrete de Snyder, lo cual dio origen a los carretes Meck, que estuvieron en producción por la Horton Company, de Bristol, Connecticut, hasta comienzos de la Segunda Guerra Mundial.
A pesar del surgimiento de otros sistemas de lanzado, los carretes que todos conocemos como baitcasting y a veces como plugcasting, continúan hoy día en las cajas de aparejos de muchos aficionados, principalmente aquellos que practican la pesca de la dinámina lobina negra o black bass. Una derivación de esta técnica son los actuales carretes de trolling, empleados para la pesca mayor en el mar desde finales del siglo XIX.
Un radical cambio de concepto ocurrió en 1905 cuando el inglés Illinsworth solicitó patente para un nuevo tipo de carrete. El mecanismo básico de la bobina soportada sobre un eje transversal a la caña, girando para liberar o recoger la línea, era por primera vez abandonado en un alarde de ingenio evidentemente inspirado por los sistemas utilizados en los telares: en el spinning el hilo abandona libremente la inmóvil bobina, halado por el peso del señuelo o la carnada, y es recogido por un gancho o pick-up giratorio.
Alrededor de 1935, un comerciante de aparejos de pesca deportiva de Nueva York llevó a los Estados Unidos un Illinsworth y luego otros carretes europeos de las marcas Hardy y Luxor, hasta que desarrolló su propio modelo. El Mastereel, de Bache H. Brown, fue el primer carrete de spinning norteamericano y casi simultáneamente con éste I. B. Humphreys creó el suyo en Denver, Colorado. Una transformación del spinning dio lugar a la modalidad de spin-casting, los muy ligeros carretes de bobina cubierta, mientras el sistema ideado por Illinsworth se aplica asimismo en otras variantes del deporte de vara y carrete, como el surfcasting y un tipo de pesca fluvial europeo, el coup inglés, especial para la captura de ciprínidos.
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