UN SECRETO EN CAYO LAS BRUJAS
DESTINOS (PL) No 19, Segunda Quincena de octubre 2002, pág 2

Los amantes de la vida al aire libre han descubierto Cayo Las Brujas, un islote rocoso al noreste de la provincia de Villa Clara, donde se hallará a gusto cualquiera cuya idea de descanso sea algo así como: recorrer senderos, bucear, observar aves, navegar a la vela hasta la puesta del sol o simplemente disfrutar de los baños de mar en una playa a la cual será usted quien le ponga calificativos.


El secreto mejor guardado hasta ahora en toda esa cayería es la pesca que puede hacerse allí. Por supuesto que puede practicarse cualquier tipo de pesca, pero lo especial de esas aguas es la pesca deportiva de avíos ligeros, la que practican los aficionados de mayor experiencia. Pesca marítima con señuelos artificiales y líneas cada vez más finas; lo mismo a spinning que a fly. Los guías saben donde cada quien puede romper su record.

SABALO EN EL ANZUELO
Un fin de semana de mediados de septiembre, este redactor y un fotografo viajaron 270 kilometros en dirección Este, desde la capital, para encontrarse en la ciudad de Santa Clara con el ingeniero Samuel Yera Pompa, especialista de pesca deportiva de la Empresa Nacional de Flora y Fauna y uno de los campeones cubanos en las lides de sedal y anzuelo.


Con Yera y con los guías Ulises Manso y Mario Luis Pérez Díaz compartimos en pocas horas la mejor aventura de pesca de todo el año. Un centenar kilometros al norte de la hermosa y culta ciudad central, cruzando un renombrado vial sobre el mar verdiceleste, atravesamos uno tras otro varios de los más hermosos cayos de la plataforma cubana. En el de Las Brujas, además de un aeropuerto y una cómoda villa, vimos cuatro lanchas listas para partir.


Y partimos. El equipo de especialistas de la entidad de Flora y Fauna ha estudiado durante los últimos tres años toda el área marítima al éste de cayo Fragoso y ha identificado casi treinta sitios donde vive una de las especies ictícolas más apreciadas por los pescadores de hilo fino: el sábalo (Tarpon atlanticus), cuyos ejemplares sobrepasan allí como promedio las 50 libras de peso.


Los espectaculares saltos y decidida resistencia de este animal lo convierten en uno de los trofeos de más difícil adquisición para los amantes del deporte de la vara y el carrete. En una revista de pesca de mediados del siglo XX se lee que quien le soporta tres saltos a un sábalo, ya lo ha pescado. Dos turistas franceses, expertos en la pesca a la mosca, lograron capturar 18 sábalos en dos horas en el canal de Bocachica, una de las pasas que atraviesan Cayo Fragoso; otro cliente de la misma nacionalidad permaneció 10 días en la zona de pesca y cobró 30 sábalos.


Cargados de avíos y con toda la plantilla de guías a bordo, partimos en dos lanchas hacia la boca oeste del canal de Las Piraguas, donde apenas iniciados los lances, comenzó la fiesta: un pez grande, de mandíbulas acorazadas y hermosísima cobertura de escamas plateadas se decide -¡qué puntería!- por un señuelo de factura doméstica que le ha presentado Samuel.

Y…¡ACCION!
Descalzo sobre la proa de su lancha, el pescador se mantuvo media hora en la pelea, realizando un trabajo admirable por lo suave y equilibrado. Pareció en todo momento que era el animal el que llevaba las decisiones, pero en ningun momento se vio al pescador exagerar la tracción sobre la caña. Cobraba línea con regularidad, mientras explicaba al periodista el significado de las acciones y advirtiendo en todo momento al fotógrafo donde se encontraba y el momento justo en que el animal vino a la superficie para su segundo y último salto.


"Cuando lo ves sobre el agua, le tiras al lado, no al frente -explica Samuel-. El strike zone del sábalo no es tanto al frente como al costado, pues de este modo el señuelo es tomado por el pez en una posición tal, que resulta más viable acomodar el anzuelo en la comisura de su boca, que es el único sitio donde la punta puede hallar agarre firme.


Para lograr esto con mayor garantía, no claves enseguida, sino espera, para que el anzuelo se deslice por el borde de la dura boca de este blindado animal y se acomode en el lugar correcto. La segunda regla es no cañonear, no forzar al pez".


No fue ciertamente un sábalo de acciones aparatosas. Casi una docena de veces, eso sí, fue traido a las proximidades de la lancha y siempre volvió abajo, nadando lejos mientras pudo y pegandose al fondo, a tres metros de profundidad, sin distanciarse demasiado cuando ya la pelea parecía cercana a su final. Un trabajo sin complicaciones que dejaba la impresión, a quien lo presenciaba, de que cualquiera puede pescar un sábalo.


Como quedaba suficiente tiempo de luz a aquel atardecer, curricaneamos desde la popa del "San Pascual", un viejo carguero de cemento armado, usado por años en el trasvase de mieles y ahora fondeado para fines turísticos, hasta la boya luminosa que señala los fondeaderos del puerto de Caibarién al oeste de cayo Francés. El trayecto, desde la boca del Canal de las Piraguas, tiene una longitud de unas dos millas y media y es notablemente animado.


Una cubera de 10 y media libras fue la pieza más bonita de este trayecto, pero se sacaron del agua también varias barracudas. Trabajamos largo rato en torno a la boya, a la cual los pescadores locales le llaman "La Lumínica" y ya con el sol yéndose se subió a bordo un gallego que pesó 13,8 lb; era tuerto y peleó duro.


Los destellos verdes de la señal luminosa nos advirtieron que era hora de regresar a puerto y en el retorno, colmados de anécdotas, comenzamos a planear la nueva jornada, que sería en el canal de Las Guasas; digo, en el canal de los Barcos…¿o era junto a cayo La Barca? ¿O en el canal del Cobo? Bien, pregunte usted a Samuel, a Mario o a Ulises cuando los vea. Veintiocho sitios de pesca son demasiados como para tener que recordarlos todos.

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