La pesca que Hemingway hizo
AGUJAS FRENTE A LA HABANA
EXCELENCIAS TURÍSTICAS DEL CARIBE, No. 41, DICIEMBRE 2002

Todos los años, en cuanto ceden en su pertinaz frecuencia los vientos y el oleaje de los frentes invernales que azotan durante algunos meses la costa norte cubana, ocurre un día u otro que uno se encuentra en alguna calle de La Habana próxima al mar a algún pescador que lleva atravesado en su bicicleta un hermoso pez de pico. Esto puede suceder incluso en febrero, a pesar de que la mayoría de nosotros piensa que la verdadera corrida de la aguja no comienza aquí sino hasta mediados de mayo.


La pesca de la aguja por métodos deportivos es una suerte de aventura en la que mucha gente dice que sueña, pero se ha visto que en verdad sólo unos cuantos se apresuran y obstinan en llevar a cabo y no una, sino todas las veces que su tiempo y su bolsillo le permitan. Es ciertamente algo fascinante desde el momento en que un pez toma la carnada que se lleva a remolque tras la embarcación, hasta que el deportista logra acercar el animal a la popa.


Es como un encantamiento que dura todos los minutos u horas que permanece el pez en el agua, unido al pescador por una fina línea, en uno de cuyos extremos habrá un anzuelo (entonces en la boca de la aguja) y en el otro una vara y un carrete, especialmente diseñados y construídos para que la línea sea liberada con una determinada tensión cuando el pez se dispara a saltar en la superficie o desciende indetenible a la profundidad.


La resistencia de esa línea es tal, que el peso del pez puede sobrepasarla dos, cinco o más veces y sólo la adecuada graduación del avío y la habilidad del deportista, combinada con la experiencia y pericia del patrón de la embarcación, posibilitan que la captura se complete antes de que la línea estalle o una aguja demasiado grande haga saltar los avíos sobre la borda, si se ha usado una línea demasiado fuerte.


Cuando se pesca al curricán, navegando con varias líneas o sedales a remolque, el momento de lidiar un pez es el más importante de toda la jornada de pesca, pero sólo el más importante. Ese clímax puede llegar apenas se ha salido de puerto (ha sucedido en Cuba a unos cuantos afortunados), pero es más frecuente que transcurran horas durante las cuales toda la acción a bordo será la espera.


Durante esa espera, uno verá acercarse y alejarse la costa mientras el hábil timonel cruza y recruza sobre el hilero azul de la corriente del Golfo, buscando el comedero de los peces pequeños tras los cuales vienen los grandes depredadores y las aves marinas. Se acerca y se aleja la costa, sube el barco la cresta de las olas que se levantan por la tarde y desciende luego. Todo ello es delicioso y usted lo disfrutará, no importa el lujo del barco en el que usted navegue; ese confort sólo depende de sus propias y muy personales condiciones marineras. Ya sabe.


Por lo demás, mientras se pelea un pez de cierta talla es recomendable prestar atención a las orientaciones que el patrón o su guía de pesca le darán, aun en el caso que en que no se esté enfrentando usted a su primera experiencia en la pesca mayor. A partir del momento en que pica un pez y usted toma la vara en sus manos, es únicamente suya la responsabilidad y la posibilidad de completar la captura, si a bordo se cumplen las reglas que existen para este deporte.



LOS PECES

Tres especies de agujas constituyen el objetivo fundamental de las pesquerías deportivas en las aguas de la corriente del Golfo, que bañan la costa norte del occidente de la Isla de Cuba. Esta corriente, conocida en inglés como Gulf Stream, resulta el itinerario natural de las migraciones estacionales de las agujas en el Océano Atlántico. Esta circunstancia contribuyó al surgimiento en el país de pesquerías comerciales desde la época colonial y al florecimiento de la pesca deportiva desde principios del pasado siglo XX.


A la explotación económica de estas especies durante las pasadas centurias están relacionados precisamente los estudios sobre los peces de pico, realizados por el doctor Felipe Poey y Aloy, uno de los más relevantes investigadores de la naturaleza cubana en todos los tiempos. En el tomo segundo de sus "Memorias sobre la historia natural de la Isla de Cuba", publicadas en francés entre 1856 y 1858, Poey describió por primera vez para la ciencia ictiológica la aguja blanca, nombrada por él Tetrapturus albidus, designación científica con la cual es conocida hoy día.


El sabio manifestaba que la especie, también llamada en La Habana "aguja de paladar", abundaba en el mes de junio y alcanzaba un peso ordinario de 40 libras, aunque algunos peces observados por él llegaron a sobrepasar las 100. La exactitud de estas apreciaciones ha sido respaldada por todos los estudios posteriores y por los resultados de los certámenes de pesca de agujas que durante varias décadas se han llevado a cabo en el litoral septentrional de la capital de Cuba.



Poey apuntaba en las "Memorias..." que "...la mayor parte de los pescadores están de acuerdo en admitir bajo el nombre de Aguja blanca dos especies distintas, una designada como cabezona y la otra, menos corpulenta y con la nuca menos elevada", aunque él se limitó a describir bajo la mencionada clasificación a la primera, pues al parecer no hallaba suficiente argumento en sus mediciones para establecer una diferenciación.



Diez años después de la obra comentada, el naturalista adicionó algunos detalles acerca de la aguja blanca en el catálogo titulado "Sinopsis Piscium Cubensis": "La especie presente no pasa de 6 arrobas, aparece durante los meses de mayo y junio, tiene el lomo azulado y el vientre blanquecino, la línea lateral forma una faja angosta cribada de poros".


Bajo el mismo género que la especie anterior clasificaba Poey a la Aguja de casta, nombrada por él Tetrapturus amplus. Próximo siempre en su época a los hombres que laboraban en la captura de los grandes peces con anzuelo y cordel, el científico planteó que también en este caso los pescadores distinguían dos especies, "una de ellas la designan con la denominación de vareteada, porque tiene el cuerpo atravesado por unas barras de un azul pálido; la otra es toda negra o de un azul oscuro".


En la actualidad, la aguja de casta o castero azul del Atlántico mantiene la denominación científica original bajo la cual fue clasificada por el ictiólogo francés Lacépede, en 1803: Makaira nigricans. Asimismo, aunque hoy día los pescadores continúan haciendo referencia al castero rayado o barreado, al parecer tampoco los clasificadores han encontrado razones suficientes para considerarlo una especie particular, pues no aparece descrito aparte en obras ictiológicas más recientes, ni su patrón de coloración especialmente considerado.


Entre otras características, don Felipe Poey determinó que los casteros de menor talla son ordinariamente machos, pesan alrededor de 150 libras y llegan a poseer una longitud total de dos metros y medio. Agrega que los individuos de esta especie que alcanzan 600 o más libras son hembras por lo general, cuyos ovarios alcanzan las treinta libras. Precisa igualmente que la aguja de casta vareteada es más "trabajadora", es decir, que opone mayor resistencia a la captura, pero la negra es casi siempre mucho más grande, pues llega a alcanzar de 1000 a 1500 libras.


La aguja voladora, aguja prieta o aguja de abanico, conocida también en México y otros países de habla hispana como pez vela, no fue reportada por Poey en las "Memorias sobre la historia natural de la Isla de Cuba", sino en la posterior "Sinopsis...". El eminente investigador consideraba "rara" a esta especie, por la escasa proporción con la que aparecía entre las capturas habituales de los pescadores locales.


A la voladora le dio inicialmente el nombre científico de Histiophorus gladius, cambiándolo más tarde por el de Histiophorus americanus. Con ligera variante ortográfica, el científico clasificó la especie en el mismo género en que la ubicaron originalmente Shaw y Nodder, en 1792, quienes la designaron Istiophorus platypterus, que es el principal nombre científico vigente hoy día.


Los aportes del doctor Felipe Poey y Aloy al conocimiento de la fauna marina del país constituyen un legado asimilado con respeto y admiración por las más recientes generaciones de investigadores. Antes de él, solamente el portugués don Antonio Parra había descrito algunos de los peces que viven en las aguas de Cuba, pero ninguna de las agujas son mencionadas en el libro de este brillante coleccionista.


La obra mayor de Poey, la "Ictiología Cubana", sólo fue publicada parcialmente en 1955 y en los últimos años fue objeto de un esmerado trabajo de edición, con vistas a su publicación total, por una de las autoridades contemporáneas en esta rama, el recientemente fallecido doctor Darío Guitart Manday. La "Sinopsis de los peces marinos de Cuba", de este último, representa desde hace casi un cuarto de siglo, una de las más actuales fuentes de referencia para el conocimiento de esta rama en el país.


En su libro, Guitart enumera cuatro especies de agujas en las aguas próximas a las costas de Cuba. Además de las tres ya mencionadas, describe también la aguja del Pacífico, Tetrapturus pfluegeri, reportada por Robins y De Silva en 1963. Esta es sumamente rara; en competencias sólo se ha capturado un ejemplar desarrollado, de 53 libras y media de peso, en el torneo nacional Hemingway de 1989, y otros tres en el internacional del año siguiente, pero en estos últimos el peso osciló solamente entre las siete y las once libras.


Las cuatro especies de agujas tienen en común la fortaleza de su cuerpo fusiforme y un largo pico de sección ovalada que prolonga la mandíbula superior del pez. En todas, la aleta caudal es luniforme, las ventrales son estrechas y a veces filiformes, y la segunda dorsal y la anal son pequeñas, similares y opuestas.


Por simple inspección uno puede distinguir una especie de otra por la primera aleta dorsal: muy alta y alargada en la aguja de abanico; con lóbulo inicial terminado en punta, en el castero; o redondeado, en la aguja blanca; o con una larga aleta de alto lóbulo, pero menos elevada que la de abanico en dirección a la cola, característica de la aguja del Pacífico. Otra seña distintiva de esta última especie es su pico relativamente más corto y romo que el de las restantes.


Los últimos records nacionales reconocidos oficialmente para peces de esta familia son: el de 569.0 libras para el castero, 119.0 libras para la aguja blanca y 78.0 libras para la de abanico, los tres implantados en torneos. El patrón general de coloración de los miembros de la familia Istiophoridae que frecuentan las aguas cubanas va del azul oscuro al carmelitoso, con vientre plateado.


El carácter estacional de las corridas de estos peces fue confirmado en 1981 por Darío Guitart, Mar Juarez y José Fernandez Milera, quienes comprobaron que la más alta proporción de agujas blancas en una serie de competencias realizadas en mayo, se invertía durante los torneos efectuados en agosto, cuando la especie predominante pasaba a ser el castero.


"El comportamiento de la aguja prieta o voladora -plantean respecto a la aguja de abanico los citados especialistas-, relativamente estable dentro de cada año, puede estar relacionado con la menor amplitud del rango de la migración de esa especie, a la que se asumen hábitos más costeros y de menor alcance migratorio y, por tanto, de mayor residencia en la zona". El biólogo marino Andrés Rodríguez, por su parte, afirma que la voladora presenta dos períodos de abundancia en el año, uno en verano y otro en invierno, éste último más prominente y de mayores ejemplares.


En relación con los criterios acerca de la estacionalidad de las corridas de las diversas especies de agujas, las estadísticas de los torneos nacionales Ernest Hemingway celebrados generalmente en mayo, corroboran durante un amplio período las observaciones científicas. En treinta certámenes de esta serie, efectuados entre 1963 y 1992, las capturas de aguja blanca representaron el 76,4 %, las de abanico el 18,6 % y las de castero sólo el 5,0 %. De esa última especie no hubo capturas en diez torneos de los mencionados y, cuando se han cobrado en esa época del año, las cifras más altas han sido de cuatro ejemplares en un concurso.

HEMINGWAY CRUZA EL ESTRECHO
El novelista norteamericano Ernest Hemingway apenas se estaba escapando hacia la fama cuando en 1932 cruzó el estrecho de la Florida en la lancha de un amigo y vino a La Habana a correr su primera temporada de agujas. Como en esa época no existían en la ciudad otros muelles deportivos que los de algunos clubes privados, el Anita fue amarrado a un espigón de carga en la bahía.


Una habitación en el hotel Ambos Mundos, a pocas cuadras del puerto, se convirtió en la base de operaciones del novelista y su pandilla. Ese año cobró una veintena de agujas y fue cautivado para siempre por las aguas que bañan la costa noroccidental cubana. Al año siguiente, un chofer de taxi reveló la presencia del escritor norteamericano a un periodista habanero y un diario de gran tirada le dedicó un reportaje a doble página.


Los peces de picos se habían convertido en la obsesión de Ernest hemingway desde una conversación que tuvo cuatro años antes en Dry Tortuga con el patrón de pesca cubano Carlos Gutiérrez: “El me contó como los cubanos pescan la aguja, describió los diferentes peces y el tiempo de su correría, y dijo que estaba seguro de que nosotros podríamos capturarlos al trolling, dado que el pez come en las profundidades temprano en la mañana y sube a la superficie cuando sopla el alisio”.


El 20 de mayo de 1933 el novelista embarcó un total de siete peces de esta especie en un solo día; la mayor aguja blanca de ese año pesó 87 libras, una talla que puede considerarse apreciable. Durante la misma temporada, Hemingway capturó un castero azul del Atlántico de 468 libras que fue reconocido como record nacional cubano y se mantuvo vigente durante un lustro. Un total de 54 agujas cobró en La Habana durante esta corrida, su mejor marca.


La relación de la fuerza de la corriente marina, los vientos y otras variables meteorológicas con la disposición de los peces a tomar la carnada, fueron fundamentados por Hemingway en el capítulo “Marlin off Cuba”, que aportó en 1935 al libro American Big Game Fishing. Lo más importante de esta contribución se refiere, por supuesto, a las agujas, a cuya pesca había dedicado hasta entonces un total de 280 días, con un saldo de 101 peces de pico cobrados en cuatro temporadas.

¿COMO SE PESCA?
En "Marlin off Cuba", el escritor norteamericano hace la sorprendente afirmación de que las técnicas de pescar agujas habían sido traídos a Cuba por inmigrantes de Manila, Filipinas. El dato no pudo ser corroborado, ni siquiera en contactos telefónicos con la embajada de esa nación en La Habana, donde amables funcionarios hicieron lo posible por ponernos en contacto con sus autoridades pesqueras.


Siguiendo pistas, se halló un artículo del especialista cubano Federico Gomez de la Maza, publicado en 1929 en la Revista de Agricultura, Comercio y Trabajo, y en 1930 en la revista Havana Yacht Club, donde asegura que dicha pesca, en este país, "se verifica siguiendo métodos puramente locales, y que no tenemos noticia que se utilicen para esta clase de pesca en ninguna otra parte del mundo".


El método que ambos autores describen se refiere a la pesca comercial que en aquellos años del siglo XX realizaban pescadores aislados en pequeños botes impulsados a remo y vela. Se pescaba a la deriva, con cuatro o más sedales calados en la profundidad, como describe Hemingway en su novela El Viejo y el Mar, que lo promovió al Premio Nobel de Literatura hace justamente medio siglo.


La pesca propiamente deportiva se realiza en embarcaciones a motor, hoy día dotadas de largos outriggers, especie de largas pértigas que ayudan a desplegar los sedales a ambos lados del yate. Avíos de vara y carrete, del sistema denominado trolling, son usados para pescar con líneas de 30 a más de 100 libras de resistencia. Los peces, a veces, pesarán cinco o diez veces más que esas cifras.


Hoy día se fabrican anzuelos muy resistentes, muy ligeros, de puntas afiladas con láser y , algunos, cuyos materiales se degradan rápidamente al contacto con el agua del mar, para disminuir el daño a los peces si es que son liberados. Independientemente de marcas y medidas, uno siempre se dará cuenta de que lo mismo un 8/0 que un 12/0 no es lo que usted está habituado a usar en la pesca costera.


Como carnada, lo más usual en Cuba es el agujón. Unas hebras de caprón de color amarillo se atan a una línea ligera y se curricanea con esta mota cerca de la costa hasta que se captura un par de estos peces. Se sacan ambas bandas del pez, se les rebaja la carne y se ata cada una al anzuelo, cortandoles dos puntas al extremo libre para que aleteen en la superficie cuando se lleven a remolque. También se encarna el anzuelo con escribano, lisa, sardina, pintada...


Cuando una aguja toma esta carnada, o el señuelo artificial parecido a un calamar multicolor que cada vez se usa más, la línea se desprende de la presilla que la retenía en lo alto del outrigger y comienza a escapar del carrete con un zumbido intraducible pero que uno no olvidará una vez que lo escuche. En ese momento alguien gritará : "¡Pez!" u otra cosa menos elegante y comenzará la locura a bordo.


El individuo al que le toque sentarse a la silla de pesca (si hay silla de pesca a bordo) tiene en ese momento más responsabilidad que un pitcher en la final de un torneo internacional de beisbol a estadio lleno, en novena entrada y con las bases llenas. Tendrá muchos menos espectadores, pero el tipo que por equivocación tomó la carnada en su boca seguro tiene más mañas y lo hará sudar más que el montón de gente a la que se enfrenta el que tira pelotas en la lomita.
La regla básica para capturar un pez grande es mantener la caña en alto, fuertemente sostenida, cuando el animal hace su corrida, y cobrar línea haciendo girar la manivela del carrete mientras la vara se hace oscilar rítmicamente en un movimiento de bombeo; sus músculos trabajarán. El desenlace depende de muchas cosas (incluso de la suerte), pero en todo caso su trabajo termina cuando el pez se encuentra junto a la borda. Felicidades.


PESCAR AGUJAS EN CUBA
Hay unos cuantos sitios por donde se puede salir a pescar agujas en Cuba, pero la zona de mayores posibilidades, desde la época de Poey hasta hoy día, sigue siendo la corriente del Golfo a la altura de la costa noroccidental de la Isla, desde Bahía Honda hasta algo más al oriente de la población costera de Santa Cruz del Norte. Esto hace un corredor de unas 75 millas, a lo largo del cual el pez aparece sin apartarse demasiado de la costa.


A lo largo de ese tramo de litoral hay unas cuantas localidades cuyos aficionados conocen y practican la pesca de la aguja, aunque no siempre con los métodos más deportivos. Baracoa, Santa Fe y Jaimanitas son algunos de esos sitios, al oeste de la bahía de La Habana. Al este de esa rada queda Cojímar, el poblado que Hemingway hizo famoso y que hoy día tiene la mayor flota de embarcaciones de pesca deportiva en el país.


Si usted viaja a La Habana como turista tendrá todas las oportunidades que quiera de pescar una aguja, no importa el lugar de la ciudad donde se encuentre su hotel. Hay dos marinas, cada una con su flota especializada, sus guías y capitanes experimentados, ofertas de alojamiento y gastronomía, además de varios torneos en los mejores momentos de la temporada de pesca.
Uno de esos puertos turísticos habaneros es la Marina Hemingway. Hace medio siglo lo nombraban Barlovento y luego Marlin Village -La Villa de la Aguja-, y mucho antes uno habría encontrado allí sólo una laguna costera con bajos y manglares, al oeste de la desembocadura de un río y un pueblito de pescadores.



la principal infraestructura del lugar. Hay allí un centenar de atraques habilitados con servicio de agua potable, electricidad, teléfono y custodia, aunque dichas facilidades son sólo una pequeña parte de las que es factible poner en servicio en tal instalación.


Esta marina es la sede del Club Náutico Internacional Hemingway de La Habana, que ha introducido en Cuba la modalidad de tag & release (marcar y soltar) en las competencias de pesca de agujas. El comodoro de esta asociación, José Miguel Díaz, es representante en Cuba de la International Game Fish Association, IGFA.


Dicho club cuenta con algo más de 1000 miembros de medio centenar de países y es el organizador del clásico Torneo Internacional de la Pesca de la Aguja Ernest Hemingway, celebrado siempre en primavera. Otro certamen de esta marina es el del Blue Marlin, nombre inglés de la aguja de casta. A las puertas del invierno tiene lugar un concurso de pesca del peto (wahoo).


En Marina Hemingway el hospedaje se halla para todos los gustos en los hoteles "El Viejo y el Mar", de 146 habitaciones, o en las más de trescientas del hotel "Acuario". El buen gusto en el comer puede descubrir algo nuevo cada día: cocina marinera en "Papa's", carnes rojas a la española en "Fiesta", la tentación de las pastas italianas en "La Cova-Pizza Nova".


Navegando más al este de La Habana se puede recalar en Marina Tarará, distante 20 kilómetros de la ciudad por la Vía Blanca. Aunque más joven en el negocio, este sitio tiene sus historias en la pesca y una de ellas es la captura de uno de los más recientes ejemplares de castero de más de 500 libras realizada en estas aguas. Es un sitio más íntimo, donde es posible alojarse en residencias de elevada calidad arquitectónica y exclusivo servicio.


La gastronomía en Tarará incluye platos de la cocina marinera, criolla e internacional, servidos en los restaurantes "Cojímar" y "El Ranchón"; hay cafés y snack-bares, y si a la puesta del sol el ánimo se agita por más diversión, la "Noche Cubana" y la "Noche Marinera" son ocasiones destinadas por los anfitriones para la música, el baile y el menú especial fuera de casa. La mesa se pone en las residencias a gusto del huésped.


Los torneos de esta marina parecieron siempre experimentos deslumbrantes. Un día realizaron uno en febrero y seis yates capturaron seis agujas. En octubre, al otro extremo del calendario, realizan su cita élite, el Torneo de La Hispanidad, y cada verano el titulado "El Viejo y El Mar".


Pescar en Cuba es bien fácil para el turista. Si arriba en su propia embarcación, anuncie su llegada por las frecuencias radiales 16 y 72 de VHF y 7462 de single side band, para comunicar con la Marina Hemingway; una visa temporal, prorrogable, puede ser tramitada a su llegada. La agencia local ESICUBA ofrece seguros a embarcaciones de placer.



Puede rentar embarcaciones adecuadas para la pesca mayor en Marina Hemingway, donde la oferta por jornada de cuatro horas y hasta cuatro pescadores tiene un costo de entre 300 y 400 US dólares. En Marina Tarará es de 230 US dólares, el mismo tiempo de pesca, y en ambos casos se incluye tripulación, avío y carnada.

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