A Vara y Carrete (I)
EL SPINNING EN CUBA

Bitácora. No 9, invierno 2001, p. 20

Algunas personas ni siquiera consideran la pesca un deporte. Ellas deberían tratar de marchar tras un pescador a spinning durante sólo una jornada de pesca. Puede que entonces cambien de opinión.

Probablemente solo una tercera parte de los pescadores deportivos cubanos empleen hoy día las técnicas de vara y carrete. Incluso este modesto estimado pudiera ser demasiado optimista, dado que estos equipos resultan relativamente caros y difíciles de conseguir en el país. Lo que está fuera de duda es que los avíos de spinning constituyen la elección absolutamente mayoritaria de los aficionados a la pesca, cuando ellos se deciden a abandonar los aparejos tradicionales de línea a mano o vara criolla, cambiándolos por los métodos más deportivos del lanzado ligero y los señuelos artificiales.

En el transcurso de medio siglo esta técnica ha avanzado lenta, pero sistemáticamente, en la preferencia de los aficionados locales, que lo mismo se valen de ella para la pesca de la lobina negra boquigrande en las aguas dulces, que para una gama muy diversa de especies de más peso y acometividad en las costas marítimas. La práctica del spinning de agua salada ha creado en Cuba el prototipo de pescador más completo, con avanzado dominio técnico sobre el equipo y los métodos de captura, y un nivel de actividad física que hacen de este tipo de pesca un verdadero deporte.

Los avíos de spinning llegaron al mercado cubano inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Tuvieron, en principio, poca aceptación, debido a que los pescadores de vara y carrete continuaban fieles a los antiguos sistemas de casting, y a que la inmensa mayoría seguía prefiriendo la línea a mano. Hicieron nuevamente su aparición a finales de 1952 y dos años más tarde habían incrementado sus ventas hasta acaparar el 75 por ciento del mercado, mientras el bait y el plugcasting lograban el 24,3 por ciento de las ventas y a los equipos de fly les quedaba menos del uno por ciento. Estos datos aparecen en la Guía del Pescador, editada en 1954 por el periodista Ernesto Aguilera.

Aun durante la década de los ´60 la pesca a spinning era asunto de un reducido grupo de expertos, la mayoría de los cuales vivía a pocas cuadras del Malecón de La Habana. Todavía en esa época ellos podían levantarse antes del amanecer, capturar algunos peces desde el muro y marchar luego con tiempo suficiente para entrar sin tardanza al trabajo. Al final de este período fue que comenzaron las competencias nacionales de pesca de truchas (lobina negra boquigrande), basadas en esta técnica.

Entonces el spinning comenzó a conquistar a los cubanos. En el transcurso de los diez años siguientes se desarrollaron los torneos de spinning marítimo, que llevaron a descubrir fabulosos tramos de costa en el Cabo de San Antonio, Playa Girón y el sur de la Isla de la Juventud, entre otros. Una de esas competencias -la décimo tercera de nivel nacional- tuvo lugar en Arroyo de la Costa, Santiago de Cuba, durante dos días de julio de 1983. Quince parejas capturaron entonces 364 piezas con un balance total de 277 libras y 10 onzas.


Otro certamen del mismo tipo, realizado en febrero de 1994 en la Isla de la Juventud, dejó como saldo 243 capturas con 239 libras, logrado por 39 pescadores en dos días; la pieza mayor fue un sábalo de 18 libras. Estos certámenes se han dejado de convocar últimamente, al igual que los topes de lanzado de precisión, que se introdujo como modalidad de concurso desde 1976.

RESOLVIENDO EL EQUIPO

Es posible que un cinco por ciento de los pescadores cubanos a vara y carrete usen en la actualidad equipos de baitcasting. Es una técnica muy popular en la central provincia de Ciego de Avila, pero no se descarta que su utilización aumente en el país en un futuro, dado que los más expertos en la pesca del boquigrande aprecian la potencia en el lanzado y la seguridad de recobrado de los carretes de este sistema.

Por otra parte, no se estará muy distante de la realidad exacta si se estima que el spincasting, la otra técnica de pesca al lanzado usada en Cuba, es aplicado por alrededor de un 2% de los aficionados a la vara y el carrete en el país. La hemos visto usar en el mar, tanto como en el agua dulce, pero no podemos asegurar que en este caso la elección sea motivada en específico por la apreciación de las posibilidades que brinda tal avío, sino en particular de acceso a su adquisición.

El fly casting o pesca a la mosca es visto en manos de algunos turistas que vienen a Cuba a pescar, pero no podríamos enumerar más de un par de pescadores nacionales que dominen el empleo de este costoso y más complejo sistema. Probablemente por una cuestión de precios, son bastante frecuentes en la calle los productos de Daiwa y Shakespeare, pero usted verá asimismo bastantes equipos de Penn y Abu García, e incluso en un certamen reciente encontramos un Shimano-2000 de estreno, que es una de las marcas caras. Hay material para spinning de otras procedencias, principalmente carretes, como Ryobi, Mitchell, Sagarra y es probable que hasta una veintena más. Incluso los carretes Delfín y Tocoz, del antiguo campo socialista, tienen todavía su oportunidad entre los principiantes.

Las líneas usadas para esta técnica son por lo general de monofilamento de nailon, de entre 10 y 20 libras de resistencia. Los señuelos son un capítulo aparte, pues si bien el pescador conoce perfectamente el tipo que desea, hay una tendencia muy marcada a resolver con producciones caseras. Así, ellos fabrican rapalas y shad raps, copiándolos de modelos industriales, o sacan moldes caseros a señuelos de plástico suave como los que producen Berkley y otros fabricantes, aunque es más común que realicen sus propias producciones de palos, cucharas, pollitos, medallitas, chispines y lombrices artificiales a partir de diseños particulares.

Todos ellos funcionan. El palo es un huso simple de madera, de 6 a 15 centímetros de longitud, pintado de blanco y con una dotación de uno a tres anzuelos (simples, dobles o comúnmente triples). Son excelentes para pescar en el mar cuando existe algo de oleaje. El pollito y el chispin, con pelos de cabra teñidos de amarillo, se usan en aguas más calmadas. Las cucharas y medallitas, estas últimas giratorias, se fabrican con láminas curvadas de metal brillante, y las lombrices artificiales, exclusivas para el boquigrande en agua dulce, con desechos de plástico y ciertos disolventes.

No hay comentarios: