PESCAR EN EL MISMO CENTRO
BITACORA. No 6, primavera 2001, p. 50. Con el seudónimo de Alejandro Dacosta y Rivers

Visitamos Villa Clara, una de las provincias cubanas donde la pesca deportiva tiene más futuro... y pasado.
Especies marítimas que son óptimas para la pesca a fondo y de avíos ligeros; abundantes y bien nutridas lobinas negras (bass) en los embalses.

Uno puede viajar 270 kilómetros para ir a un buen sitio de pesca o quedarse en casa viendo la pelota por TV. Si hace lo primero, tiene la posibilidad de llegar a conocer una de las zonas de Cuba donde la gente aprecia más ese deporte de las varas, los carretes, sedales y anzuelos. Si su punto de salida es la ciudad de La Habana y su recorrido es en dirección Este, al cubrir esa distancia llegará a Santa Clara.

sa ciudad es la capital de la central provincia de Villa Clara, quinta del país por su extensión territorial y cuarta en orden de población, pero que figura entre las primeras respecto a la pesca deportiva.

La región es fuerte, sobre todo, en embalses fluviales. Las autoridades pesqueras del país conceden autorización para efectuar la pesca deportiva en ocho represas villaclareñas de interés económico nacional: Alacranes, Hanabanilla, Minerva, Palma Sola, Palmarito, La Quinta, Negrito y La Campa. Suman, entre todas, cerca de 150 kilómetros cuadrados de espejo acuático, donde la principal atracción es la trucha. Es decir, la lobina negra boquigrande, que recibe ese otro nombre en Cuba. También se pesca el gato (bagre de canal), el crisol (sunfish), la tilapia y la biajaca criolla.

Los villaclareños fueron titulares en cinco torneos de la antigua serie nacional de pesca de la trucha (celebrada entre 1970 y 1989) y en dos ocasiones del vigente certamen Incendio de Bayamo. El primero de estos triunfos fue en 1985, con el segundo mejor pesaje en la historia de esa competencia fluvial: 77 libras y 11 onzas. La ocasión más reciente fue en 1998.

LA FEDERACION

José Quintín Cardoso Gómez no es el tipo de jefe que uno trata con frecuencia. El simplemente dirige. Es el presidente de la filial provincial de la Federación Cubana de Pesca Deportiva (FCPD) en Villa Clara. Una filial que tiene 11 000 asociados.

Barajamos temas y requerimos opiniones: "Pienso que en el país debemos incrementar las competencias de pesca fluvial", afirma Quintín. "En particular la vara criolla debemos practicarla más, porque es un método tradicional y sencillo, y realizar competencias infantiles que motiven a los niños y niñas en el conocimiento y la protección de la flora y la fauna".

Justamente en certámenes competitivos ha sentado pauta la filial de Villa Clara. Como entidad autofinanciada, promovió en 1998 la celebración de un concurso internacional, el Cuban All Stars Bass Open Tournament. Hubo copatrocinio de empresas turísticas pero una de ellas, dedicada al alojamiento, estimó al año siguiente que los participantes cubanos también tendrían que pagar sus gastos en dólares -inicialmente lo hicieron en moneda nacional- lo cual motivo la suspensión de la cita.

Una de las preocupaciones de este dirigente de pescadores deportivos es la reclamación de records. "Estoy en desacuerdo con la obligatoriedad actual de que las capturas sean realizadas en eventos oficiales de la FCPD para tener derecho al reconocimiento nacional". Hasta 1990, cuando se publicó por última vez un registro cubano de récords de pesca, Villa Clara poseía 16 títulos.

Quintín puntualiza que la Federación funciona de manera efectiva como una organización no gubernamental, económicamente autónoma, cuyo "órgano de relación" es el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER). Destaca que las relaciones con las instituciones estatales pueden ser fructíferas si se trabaja con espíritu constructivo y en forma colegiada.

Su presente capacidad financiera permite a la filial villareña acometer algunas inversiones en la edificación de un local social, el mejoramiento de un embarcadero deportivo fluvial en Minerva y de otro marítimo en el municipio costero de Caibarién.

ENTONCES EL MAR

Por supuesto. Villa Clara posee unos 200 kilómetros de costa norte y un amplio sector de la cayería Sabana-Camaguey. Las orillas son bajas, cenagosas en su casi total extensión, y el acceso a los cayos es escasamente tramitable. Hace pocos años se ha construido un vial -llamado pedraplén- que alcanza hasta cayo Santa María, y uno puede ver a algunos aficionados pescando hasta el primero o segundo puentes, no más allá. Más allá se fomenta un polo turístico, uno de cuyos intereses comienza a ser la pesca.

Salvo uno (trucha de 14 lb y 4oz), los restantes récords nacionales que hace una década se reconocían a Villa Clara son marítimos: cubera (80 y 53 lb), barracuda (32lb2oz y 21lb), Atún de aleta azul (39lb 6oz), bonito (32 lb), biajaca de la mar (21 lb y 19 lb 8 oz), sobaco (12 lb y 11 lb), jocú (11 lb), cherna criolla (10 lb), cochino (7 lb), rabirrubia
(5 lb 4 oz) y comevíveres (4 lb). La relación incluye varias categorías de avíos, desde vara y carrete con sedal de seis libras de resistencia, hasta líneas a mano.

En los certámenes marítimos, los villaclareños aportaron campeones a los Festivales Nacionales del Pargo Criollo en 1983 y 1990 (el primero con una captura de 21 piezas y 147 libras para el equipo de la provincia) y al Torneo Nacional de la Pesca de la Aguja Ernest Hemingway en 1994, cuando conquistaron el primer lugar con un castero de 134 lb. Una de las competencias de pesca en el mar más jóvenes e interesantes del país se efectúan en un municipio de Villa Clara, Sagua la Grande, y se titula el Festival del Caballerote.

Para el acceso al mar, la provincia cuenta con una docena de embarcaderos de pesca deportiva y con una flota -privada en su casi totalidad- de más de 400 botes, aunque las inscripciones de nuevas embarcaciones están cerradas desde 1994. El dato lo ofrece Quintín, quien llevó a BITACORA a conocer uno de sus principales enclaves marítimos, la "base" de pesca Marcelo Salado, en Caibarién.

Consiste este sitio en alrededor de una hectárea de terreno costero, cercado, además de una extensión similar de superficie marina, la totalidad de cuyo perímetro -un cuadrado perfecto- está delimitada por un muelle rústico, aunque de cuidadosa construcción, con una pértiga que cierra la estrecha entrada al fondeadero y se levanta cuando el custodio acciona la llave y retira el candado.

Administra esta instalación el licenciado Alonso Gutiérrez Pérez; un profesional de la Economía, máster en Dirección de Empresas. Nada menos; tiene 53 años, experiencia y dinamismo. Con los fondos propios de la filial municipal de la FCPD, que preside, y la controlada capacidad de gestión que se permite a la organización, saca adelante un centro de pesca que en otras épocas habría tenido que ser financiado por el Estado.

"Queremos hacer muchas cosas. Cuestan mucho. Hay que trabajar mucho". Las tres afirmaciones cayeron juntas en algún momento de la conversación, mientras Alonso -su nombre para todos- muestra y cuenta el lugar de sus desvelos. Es pescador deportivo desde hace treinta años, y eso pesa tanto en sus funciones como sus títulos académicos.

El lugar tiene ya condiciones de funcionamiento. Un salón para actividades recreativas, cafetería, cocina, oficinas, local de reuniones, ¡el muelle! y lo que parece ser su más reciente empeño: un varadero en acción, sobre el cual seis embarcaciones reciben mantenimiento. "Es una vía de ingreso que tenemos -confiesa-. Incluso a embarcaciones estatales podemos ofrecer este servicio".

Hay 70 embarcaciones de pesca deportiva inscritas en Caibarién. Barquichuelos de viejo maderámen, tres o cinco metros de eslora; algunos pocos con una estrecha caseta, poquísimos con motor, varios a vela, los más a remo o palanca. Allí hubo hasta 300 embarcaciones, pero a la mayoría se le negó la inscripción, fueron ilegalizadas."Eran chapines y panaderas en su mayor parte. Botes muy pequeños. Tener un chapín en Caibarién era como tener un caballo el campesino de tierra adentro". Dice Alonso.

Con lo que les queda, salen al mar con despachos de 36 horas, pescan y realizan también sus competencias. Para ellos la más importantes son las eliminatorias para los torneos de agujas; como la especie no corre por esas aguas, pescan sierra y barracuda para decidir sus representantes en los topes superiores. También celebran un torneo municipal del pargo criollo y -visiones de un pescador/máster en Dirección de Empresas- buscan fomentar la práctica del spinning marítimo (aunque sus costas inmediatas no son las mejores) y calificar a sus deportistas en la pesca de la trucha, aun yendo a los embalses de otros municipios.

Allí no quieren perderse nada.

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