EL PARGO NUESTRO DE CADA DIA
BITACORA. No 8, otoño 2001, p. 32
"Si los cubanos fueramos a elegir una especie de pez emblemática, esta sería sin dudas el pargo criollo". Dr. José Fernández Milera, biólogo.
"Un excelente pez deportivo y alimenticio". Ernest Hemingway, escritor.
Ahora muchos se dedican a pescar el ronco y la mojarra, desde que descubrieron que no hay nada más eficaz que la lombriz que vive en la arena y en galerías de las rocas del fondo para cebar el anzuelo. Hacen buenas ensartas de carne jugosa y algún dinerito. Y se divierten más todavía con sus largas cañas de bambú y sus sedales cortos y finos trabajados a mano. Pero las tres cuartas partes de ellos confiesan seriamente que el pez de su preferencia es el pargo.
A este bicho lo nombraron Lutjanus analis los científicos. El mismo Ernest Hemingway, que ganó fama pescando y escribiendo acerca de agujas con picos tan largos como un bate de béisbol, hizo los mayores elogios de esta especie cubana, la cual definió como un hermoso pez deportivo y alimenticio. Para honrarlo, en un artículo escrito en inglés, usó el nombre y patronímico con el cual es conocido el animal en toda Cuba: pargo criollo.
Los pargos son una gran familia en este archipiélago y ninguno de sus integrantes deja de cautivar al pescador deportivo. La cubera, porque es esquiva cuando joven y de escapada indetenible y poderosa cuando son ejemplares viejos, de colmillos peligrosos. La rabirrubia, debido a su colorido, a su abundancia en algunas épocas y lugares, a su gran picada y a su carne fina. Y por muchas razones parecidas gustan el caballerote, el cají, el jocú...
Pero el criollo es el rey. Si uno captura en la orilla un ejemplar de más de 10 libras, nadie le reprochará que esté hablando de ese pescado hasta el año siguiente. Lo que sucede a partir de que una pieza de esa especie y talla toma la carnada, hasta que usted lo tiene listo en su cocina, es una anécdota que a todo el mundo le gusta escuchar, salvo esos caballeros cuyos deportes favoritos son la televisión y el dominó.
Hay demasiado aire puro donde se pesca el pargo criollo. Y usted tiene que hacer un poco de ejercicio aunque lo deteste. Mis amigos que pescan en el Malecón de La Habana cogen alguno dos o tres veces en el año. Pero todos saben que una cosa es coger un pargo y otra diferente es ir a pescar pargos. Cuestión de "cuando" y de "donde".
CORRIDA O ARRIBAZON
Hay dos buenas épocas para pescar el pargo criollo en Cuba: corrida o arribazón. Decidir cuál es la mejor de las dos depende a veces de cuál temporada haya pasado y cuál esté más próxima a llegar. Pero en términos de calidad de las piezas uno puede esperar mejores resultados en la corrida. Cuando los muchachos van a ser buenos pescadores, son capaces de deletrear las cinco vocales y casi al mismo tiempo aprender que al pargo criollo se le pesca durante las corridas de luna llena en mayo, junio y julio.
Ese conocimiento básico sirve para que usted tenga listos tres o diez carretes de los llamados "yoyo cubano", cada uno con bastante línea de monofilamento fuerte, preferiblemente de 40 a 60 o más libras de resistencia a la tracción. Ellos tiran con dureza, sobre todo al principio, y tienen una manía molesta de meterse de cabeza bajo la laja de piedra o coral que más afilado encuentren en su vecindad. Convencerlos de nadar elegante y lealmente en aguas limpias de obstáculos es una cuestión de fuerza.
Se puede pescar el pargo criollo con líneas más finas si uno emplea un equipo de spinning. La condición es que el señuelo pase bastante cerca del fondo, donde este pez busca con mayor frecuencia su alimento. Con carnada natural la gama es amplísima: el pargo es un gran comedor de crustáceos, pero en la medida en que crece incorpora más y más a otros peces pequeños en su dieta. En algunos lugares usan como carnada el "buche de bonito", es decir, el tracto digestivo del bonito listado, una especie ampliamente explotada desde el punto de vista comercial.
Lo mejor de la corrida ocurre en junio, muchas veces en fecha próxima al día 24 de ese mes, que en el santoral cristiano aparece consagrado a San Juan Bautista. Los ejemplares de esta temporada, grandes y bien nutridos como adultos reproductores que son, reciben por ese motivo el nombre de pargos sanjuaneros.
Estos peces tienen el dorso verde oliváceo, los costados rojizos y unas hermosas rayas azules en las mejillas. Los distingue una mancha negra de bordes difusos bajo la parte media de la aleta dorsal y el iris rojo de sus ojos. Aumentan de peso a razón de hasta un kilogramo por año, según el Dr. Rodolfo Claro, uno de los ictiólogos cubanos que más se ha dedicado al estudio de esta especie. El record nacional cubano, registrado en 1987, era de 21 libras y media y lo capturó Norberto Pablo Arencibia, curricaneando con señuelo artificial sobre un cabezo de coral, al norte de la provincia de Pinar del Río. Pero los hay mayores.
Hay un torneo dedicado a esta especie, el Festival Nacional del Pargo Criollo, efectuado cada mes de junio desde 1966. La sede es la provincia de Matanzas y el área de pesca es Cayo Mono, al norte del balneario de Varadero. En 1978 hubo allí una corrida espectacular, con una captura de más de 4 300 libras entre todos los concursantes. Vicente Chávez, un viejo pescador de Boca de Camarioca, es uno de los campeones de esa cita. El record en una pieza está aun en poder de Luis Manuel Bornote, con un pargo criollo de 20 libras.
CONTRA VIENTO Y MAREJADA
Fuera de corrida, el pargo criollo puede ofrecerse como sorpresivo trofeo cualquier día del año. Pero hay una buena oportunidad para pescar paros en cierta cantidad, siempre que se esté dispuesto a pasar unas horas en la costa totalmente empapado y friolento. Es cuando las aguas del estrecho de la Florida se revuelven con los vientos del primer frente invernal. Parece que a los inexpertos jóvenes parguetes de dos o tres libras, que no viven a mucha profundidad, les aterroriza la caótica revoltura que llega de improviso a su barrio.
Ellos salen desesperados a buscar refugio en los recaladeros de la plataforma, cerca de la orilla, en bahías, caletas, esteros, canales. Dentro de la bahía de Matanzas, una de las mayores y más profundas de Cuba, los botes deportivos hacen buenas capturas sin tener que afrontar la fuerte marejada que bate en los meses de invierno fuera de la punta de Barlovento.
Luis Balmaseda, un viejo amigo pescador de Cojímar, ya fallecido, contaba años atrás que solía salir al mar apenas los reportes meteorológicos anunciaban la proximidad del primer "norte" y pescan hasta que el frente invernal mordía la popa de madera del Doris y lo obligaba a buscar refugio en la rada. Durante una temporada de invierno, entre finales de octubre y principios de marzo o de abril, pueden contarse hasta una veintena de frentes fríos o "nortes", pero dicen que solo el primero trae pargos.
En la orilla les esperan docenas de pescadores en cada punto y ninguno de ellos se conformará con lanzar un solo aparejo. De vez en cuando dan vueltas a una línea lastrada con pesada plomada y la sueltan para que la fuerza tangencial de ese impulso haga llegar bien lejos, al agua profunda y espumosa, el anzuelo con la carnada. Cuando los peces llegan y se deciden a picar, ellos llevan la cuenta al sacarlos del agua y se fijan en las colas desflecadas y sanguinolentas que traen.
Sucede a veces que, antes de esa gran arribazón, una más pequeña ocurre. Esta suele estar asociada a la presencia de un ciclón u otra perturbación atmosférica en los mares próximos a Cuba. Los pescadores avisados la aprovechan y entonces dicen a sus amigos que les ha tocado el chorrito de la Virgen.
Que un pargo criollo aderezado con mediano arte convierte cualquier mesa en mesa de millonario, es algo bien sabido desde Massachusetts hasta Río de Janeiro.
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