BLAKAMAN , IN MEMORIAN
CONVERSACIONES CON UN PROFESIONAL
La primera parte de esta entrevista fue publicada en BITACORA. No 8, otoño 2001, p. 48. A partir del subtítulo se inserta la parte no aceptada por los editores en aquella ocasión.
Seis décadas vinculado al deporte de la pesca hicieron de este hombre un experto en las lides de sedal y anzuelo, cuyos conocimientos respaldaron el desarrollo de numeroso certámenes turísticos.
Manuel Bell Gorgas ayudó a rescatar la memoria del torneo Hemingway, el clásico cubano de la pesca mayor.
Fue un hombre que podía hablar en primera persona de los principales acontecimientos de la pesca deportiva cubana ocurridos durante toda la segunda mitad del siglo XX. Nadie le preguntó a Manuel Bell Gorgas por qué lo identificaban con el sobrenombre de Blakamán. Parece el alias de un misterioso personaje de ficción. O una marca de fábrica. Pero él fue real y asequible durante 78 años. No hablaba de pesca como otros hablan de pelota o fútbol: tenía la sencillez del carpintero cuando explica cómo construye ese juego de comedor en el que podrán de sentarse sus bisnietos.
Vivía en una casa de la periferia elegante de La Habana, en un barrio que conserva el sosiego y el verdor tan extraños en las urbanizaciones de este final de siglo; como una rareza, el jardín contiene un elaborado fogón de carbón, en el que su esposa, Adys, cocinaba platos en días especiales. Era el compañero de pesca del Primer Ministro Fidel Castro cuando éste ganó el título individual en el Torneo Hemingway de 1960, y unos diez años antes había estado entre los fundadores de ese mismo certamen internacional. Conoció a Hemingway, por supuesto, en sus visitas al Club Náutico Internacional de La Habana, y solía recordar una pesquería de truchas (black bass) en la Laguna del Tesoro, adonde llegaron a bordo del hidroavión de un millonario local, amigo de ambos. De joven, fue delegado de pesca del Miramar Yacht Club, "un cargo que nadie quería", y en los ´90 representó en Cuba a la International Game Fish Association, IGFA.
Siempre me dediqué a la pesca turística. La pesca deportiva, desde el punto de vista turístico, se divide en tres clases: la pesca de avíos ligeros, la de avíos pesados y la de agua dulce. Hay otra más, que es la pesca marítima a fondo, pero ese tipo de pesca se efectúa muy poco en el turismo.
Cuando se habla de pesca de avíos ligeros se supone que vas a usar equipos de spinning, o de casting, pequeños, para pescar sábalos, robalo, palometa, gallego, jurel, que esos se pescan en los esteros, en las bahías. Te dejo aparte la pesca del macabí, que es una pesca muy especializada, porque es el pez que más hala, libra a libra, en el mundo, y lo pescan siempre a fly.
Después viene la pesca de avíos pesados, que ya es para capturar agujas, dorados... Cuando te hablo de agujas, te hablo de todas las especies de pico: lo mismo da que sea la aguja blanca, que el castero, que la de abanico, o que sea el emperador, que se pesca por las noches en este país. El atún corre poco por aquí, por estas orillas. Hay cinco o seis carnadas tradicionales para la pesca de avíos pesados en Cuba; se usa mucho el escribano, el destollo de agujón... Ya con eso tú puedes pescar todo lo que tú quieras; pero si vas a pescar en castero grande la cosa es distinta, porque tienes que encarnar un bonito de cinco o seis libras, un dorado de seis, siete u ocho libras. Nosotros hemos cogido un castero de 250 libras y le hemos encontrado adentro un dorado de 18 libras.
En la temporada de 1954, Blakamán conquistó su mejor marca personal: una aguja de casta de 404 libras, que capturó con hilo del #24 (unas 75 libras de resistencia a la tracción), fue oficialmente reconocido como record nacional de pesca deportiva.
Creo que una de las pesquerías para las que más carnadas se necesitan en el mundo es la de agua dulce. Aquí en Cuba tenemos una trucha muy grande, muy bonita, que no es una verdadera trucha, sino el black bass largemouth de los americanos. Nosotros la pescábamos con Ernest Hemingway en la Laguna del Tesoro. Ibamos en un hidroavión, que era de un millonario cubano, y nos tirábamos a pescar allí en los años ´50, cuando todavía no entraba nadie en esa laguna.
Manuel Bell Gorgas nació en La Habana en 1922. A los 18 años se involucró en el deporte de la pesca y con el tiempo convirtió esa afición en objeto de trabajo. Abrió una pequeña tienda de artículos de pesca cerca de la desembocadura del río Almendares, donde atracaban sus yates una buena parte de los pescadores deportivos de la capital. En ese establecimiento vendía motores marinos y botes plásticos para armar, varas y carretes, sedales, anzuelos y todo tipo de accesorios para pescar y acampar... Fabricaban varas de Spinning y trolling a pedido del comprador y brindaba un servicio de reparación de varas y carretes de pesca "algo que interesaba a todo el mundo". Luego creó un charter de pesca en la bahía de Cabañas, con base en un cayo, y más tarde, sin proponérselo, logró un admirable complemento publicitario para su negocio, cuando arrendó un espacio a la televisión en el que insertó su programa "Vámonos de pesca".
En 1950 yo era delegado de pesca del Miramar Yacht Club, un cargo de esos que nadie quería. Un lunes a las seis de la tarde, en enero de ese año, fuimos a una reunión convocada por el Club Náutico Internacional de La Habana. Allí estaba Rafael Posso, que era el comodoro de ese club; un representante de la Corporación Nacional de Turismo, el caricaturista Massaguer, los delegados de los otros clubes de la ciudad, algunos pescadores renombrados y Hemingway. Esa reunión duró como hasta las dos de la madrugada, porque lo que se estaba discutiendo era la organización de un torneo internacional de pesca de agujas. Ya se habían redactado las bases principales y sólo faltaba decidir el nombre del torneo. Propusieron titularlo "Concurso Ernest Hemingway". Pero Hemingway no estuvo de acuerdo; decía que eso le parecía "algo póstumo". Papa era algo supersticioso, andaba con un talismán en el bolsillo, algo que había traído de Africa. Para convencerlo hubo que insistir en que él era el único allí que tenía un nombre conocido fuera de Cuba y esa era la única forma de captar pescadores del extranjero para que vinieran competir.
La historia del Torneo Hemingway es ahora bastante conocida. Blakamán estuvo vinculado a ese certamen durante toda su vida. Su mejor actuación en competencia fue en 1958, cuando obtuvo el título de campeón individual con tres peces de pico que sumaron 144.33 libras.
En 1960 Bell Gorgas cumplió una misión especial. Un año antes había triunfado la Revolución y el recién creado Instituto Nacional de la Industria Turística (INIT) decidió asumir la organización del Hemingway. Como parte de esa tarea, a él le correspondió convencer al novelista norteamericano para que entregara los premios y entrenar al entonces Primer Ministro Fidel Castro, que iba a participar como concursante. Ya en la competencia, se embarcaron en el yate Cristal y se inscribieron formalmente como equipo perteneciente a la Asociación de los Amigos del Mar.
Ese fue uno de los torneos más curiosos que se hayan dado en Cuba, porque en esa ocasión vinieron a competir toda una serie de gente, de pescadores, que se habían ido del país poco antes y volvieron sólo a participar en el "Hemingway".
El Cristal, expropiado a un fabricante de cervezas, era uno de los mejores barcos de esa época. Tenía 42 pies de eslora y hacía una velocidad de 18 a 19 nudos. Siempre que tengo un compromiso e este tipo, me busco a Julio Arocha, que es uno de los mejores patrones de Cuba, si no es el mejor. El viejo Julio es una maravilla en eso. Yo iba atrás -en la popa- asesorando a Fidel. Claro, antes de salir a pescar en esos días, ya nosotros habíamos pescado juntos como cinco o seis veces, porque a Fidel le gustaba ir a los lugares con cierta preparación, y pescamos como seis o siete agujas en los viajes anteriores. Fidel ganó ese año el premio al mayor acumulador de puntos; quiere decir, que fue el pescador que más cantidad de libras de aguja pescó en el torneo.
Fue aquella la última convocatoria del Torneo Hemingway original, pero tres años más tarde, cuando los sindicatos y las instituciones deportivas deciden celebrar el certamen con carácter nacional, Manuel Bell Gorgas brindó otra vez su experiencia. Entretanto, laboró en la organización de centros de pesca para la recreación popular en todo el litoral cubano, donde se ofrecía a los vacacionistas embarcaciones, avíos y carnadas a precios muy módicos.
Cuando se reinician los torneos internacionales de pesca de agujas estaba (James) Carter en el poder en los Estados Unidos. Ese presidente abrió un poco la cosa y nosotros aprovechamos e hicimos el torneo de 1978. En Barlovento -hoy Marina Hemingway- teníamos capacidad para 80 barcos y se inscribieron 140, por lo que tuvimos que hacer un torneo previo, el de Primavera, y luego el "Hemingway", que fue todo un éxito.
Pescar por deporte y... ¿vivir de la pesca?
Ahora mismo podríamos recordar hasta una docena de pescadores deportivos cuyas entrevistas aportaron información importante para la historia o la caracterización técnico- deportiva de la pesca recreativa cubana. Con Manuel Bell Gorgas nos reunimos en infinidad de ocasiones, sobre todo para aprender. Fue el único con quien pudimos tratar un perfil poco frecuente de esta actividad, un enfoque que en principio resultó controversial cuando se trató de insertar en la revista BITÁCORA: Si esta actividad recreativa interesa a millones de personas que están dispuestas a pagar razonablemente por disfrutarla, entonces lo mejor sería organizar el negocio. De hecho, la explotación turística de esta modalidad aun dista de tener en Cuba un ordenamiento que garantice el aprovechamiento integral del recurso. Veamos la experiencia.
Ismael León.- Le hemos conocido a usted vinculado profesionalmente a la pesca recreativa, ¿fue ese siempre su trabajo?
BLAKAMAN.- Desde los 18 años me involucré en el deporte de la pesca, pero en el aspecto laboral estuve en principio vinculado como contratista de una firma constructora. El empleo lo conservé hasta 1953, cuando comencé a tener más tiempo disponible para pescar y acabé por poner una tienda de artículos de pesca.
Ismael León.- Usted me dijo en una ocasión que se llamaba la Kon Tiki, ¿dónde estaba ubicada?
BLAKAMAN.- En la Avenida Tercera y calle 10, en el barrio del Vedado, una buena zona y muy próxima al río Almendares, donde tenían sus embarcaciones una buena cantidad de pescadores deportivos.
Ismael León.- ¿Eran sus clientes?
BLAKAMAN.- Los conocía a todos y muchos eran mis amigos, pero en realidad los más pudientes compraban sus avíos directamente en tiendas de Miami. Lo que sucede es que además de vender nosotros dábamos servicio de mantenimiento y reparación de varas y carretes de pesca, algo que interesaba a todo el mundo. También fabricábamos varas de spinning y trolling a pedido del comprador y vendíamos todo lo que es común en un establecimiento de este tipo, como sedales, anzuelos y muchos otros accesorios (como neveras, cocinas de campaña y faroles de la línea Coleman). Al principio era un negocio pequeño, pero lo fuimos ampliando y llegamos a vender botes plásticos para armar en casa y a tener la representación de varias marcas de motores marinos y fuera de borda.
Ismael León.- ¿Tenía mucha competencia?
BLAKAMAN.- Poca. En La Habana sólo se dedicaban a este tipo de mercado la Casa Tarín y la Kon Tiki, pero mi competidor atendía una gama más amplia de deportes y su principal negocio era abastecer de uniformes a los equipos de béisbol de la capital. Yo me especialicé en la pesca y eso era una ventaja. Tenía clientes muy fieles, por ejemplo, en los pescadores comerciales de Batabanó, quienes me compraban los motores Universal para sus embarcaciones.
Ismael León.- ¿Se hacía publicidad?
BLAKAMAN.- La publicidad la tenía asegurada en un programa de televisión que comencé a realizar a mediados de los años ´50. Se llamaba Vámonos de Pesca y salía al aire durante media hora los domingos.
Ismael León.- ¿Un programa sobre pesca deportiva en la televisión cubana? ¿Tenía público?
BLAKAMAN.- No recuerdo que se hiciera un estudio de rating, pero llegamos a recibir
5 000 cartas en un mes, en respuesta a un concurso.
Ismael León.- ¿Qué sorteaban?
BLAKAMAN.- Un bote plástico cada mes, que era parte de la publicidad de la fábrica Peláez Plastic. Teníamos unos cuantos anunciantes, como la cerveza Cristal, los cigarrillos Regalías El Cuño, los faroles Coleman, el refresco Jupiña. Todo esto daba un considerable margen de ganancia y algunas cosas más. Por ejemplo, el Club 23, un restaurante cercano a la emisora de televisión, nos ofrecía una cuenta abierta de consumo por 600 pesos al mes.
Ismael León.- Es curioso que empresarios que producían artículos tan disímiles se interesaran por un programa dedicado a la pesca.
BLAKAMAN.- Porque la pesca fue siempre un deporte muy popular en Cuba. En ese espacio teníamos, por ejemplo, una sección titulada "Conozca nuestras especies", a cargo de un especialista nombrado Federico Gómez de la Maza, que era además editor de una revista sobre el mar y la pesca. Y después creamos otra sobre la caza submarina, que comenzaba a ganar aficionados en el público.
Ismael León.- Bien, una tienda de venta de avíos y un programa sobre pesca deportiva son algo. Pero, directamente en la gestión de pesca deportiva, ¿tuvo alguna experiencia?
BLAKAMAN.- Esos dos negocios pude vincularlos más tarde con un charter de pesca marítima en la bahía de Cabañas. Allí hay un pequeño islote nombrado cayo Blanco, donde tenía una casa y una lancha un amigo mío nombrado Federico Lindner, que escribía la sección "Yates, Pesca, Caza y Tiro" en la revista Carteles. Por 200 pesos al mes, yo arrendé esa casa y la lancha; Federico se quedó con una habitación en la planta baja y nos quedaron tres habitaciones para alojar turistas y sacarlos a pescar.
Ismael León.- ¿Cómo operaba?
BLAKAMAN.- Cobrábamos 100 pesos diarios por pescador o 150 pesos la pareja si venían acompañados. Por ese precio tenían alojamiento, comida, bebida libre y pesca, incluida la embarcación, tripulación, carnadas, avíos. Yo los sacaba a pescar en mi barco, el Estopa, y si había más clientes entonces salían con Federico en su lancha. Era un negocio bueno todo el año, especialmente en el invierno; algunos venían hasta por un mes, para pescar aguja, dorado, peto... mucho peto.
Ismael León.- Correcto, pero ¿cómo conseguía los clientes?
BLAKAMAN.- Para eso me servía el programa de televisión, para anunciarlo. Los interesados me llamaban por teléfono a la Kon Tiki y yo iba a buscarlos al aeropuerto en mi carro, para llevarlos hasta Cabañas; venían hasta de Chicago y Nueva York.
Ismael León.- ¿Cómo llegaban al cayo?
BLAKAMAN.- Allí vivía un matrimonio, el hombre trabajaba con nosotros como marinero y en otras tareas y la mujer cocinaba y se ocupaba de la casa. Él era quien venía en la lancha a recogernos en el muelle.
Ismael León.- Un negocio sencillo, en suma, con el personal imprescindible y ninguna estructura administrativa sobredimensionada ...
BLAKAMAN.- Los gastos eran mínimos, pues teníamos siempre una nevera llena de pescado; un saco de viandas costaba entonces ocho reales (80 centavos de dólar al cambio de entonces) y cualquier campesino te cambiaba un puerco por una aguja de las que nosotros mismos pescábamos. Una botella de whisky se compraba por seis pesos cubanos, así que había ganancias.
Ismael León.- De modo que, cuando triunfa la Revolución, usted tenía un conocimiento muy preciso acerca de las potencialidades de la pesca deportiva como actividad económica. ¿Pudo ponerlo en práctica?
BLAKAMAN.- En cierto modo, pues cuando se creó el Instituto Nacional de la Industria Turística fui buscado por uno de sus dirigentes para que me ocupara de la pesca deportiva.
En esa función creamos una veintena de centros de pesca en todo el país para el turismo popular, con muelles, botes, avíos, carnada, alojamiento y comida, todo a precios muy módicos. También participamos en la organización del XI Torneo Internacional de la Pesca de la Aguja Ernest Hemingway, en 1960, durante el cual se conocen personalmente el escritor y el entonces Primer Ministro, Fidel Castro.
Ismael León.- ¿Así que la pesca deportiva puede ser un buen renglón financiero?
BLAKAMAN.- Ya verás cuando escribas la entrevista.
El autor conoció a Manuel Bell Gorgas, Blakamán, en 1988, durante el 38º Torneo Internacional de la Pesca de la Aguja Ernest Hemingway. En esa ocasión, el experto y su viejo amigo, Julio Arocha, eran consultados en el Salón de Capitanes de la marina por los pescadores y patrones que venían por primera vez a pescar en aguas cubanas. En 1991, Bell Gorgas fue nombrado representante de la International Game Fish Association (IGFA) en Cuba; desde esa posición, ayudó a la implantación de las reglas de tag and release (marcado y suelta) en el Torneo Hemingway, que comenzaron a aplicarse en 1997. Falleció el 11 de febrero del 2001, pocas semanas después de concedernos su última entrevista.
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