MARINA TARARA, HABLANDO FRANCAMENTE
Firmado con el seudónimo de Manuel Balseiro en BITACORA, No. 2, Invierno 1999, p. 52-53.


LAS POTENCIALIDADES NÁUTICAS, LA PROXIMIDAD A LA CAPITAL Y LA CATEGORIA DE SU ALOJAMIENTO HACEN DE TARARA UN SITIO EXCEPCIONAL, PRACTICAMENTE SIN COMPETENCIA EN CUBA.


Nos hemos hartado de que las agencias de viajes nos vendan playas paradisíacas y rincones vírgenes. A los pocos lugares del mundo que aun merecen esos calificativos sólo se llega con la mochila al hombro y a pie firme. Si el lector busca una aventura de esas, tal vez se la podamos ofrecer en otra ocasión. Hoy estamos corto de tiempo y el editor quiere una Recalada* para ahora mismo.

Si el auto de la revista tuviera un geoposicionador por satélite –y un piloto automático que evadiera las colisiones y condujera muy correctamente ante los policías de transito- bastaría teclear en el panel la clave N-23 10’5,77’’ / O 12’7,51’’ y ponernos a discutir una vez más con el fotógrafo los dos juegos de los nuestros contra los Orioles de Baltimore. Como el béisbol se ha convertido en un tema demasiado polémico desde el pasado verano, es mejor que le digamos al chofer que nos lleve a Marina Tarará.

Desde la salida del túnel de La Habana, siguiendo la autopista del litoral en dirección Este, llegaremos a nuestro destino antes de haber recorrido 20 kilómetros.De modo que cualquiera podría estar alojado en la ciudad, irse a la marina a tomar una horas de asueto y retornar para seguir en sus asuntos. Nada complicado.

Hay quienes lo resuelven todavía más fácil : se hospedan en Tarará y van a la ciudad cuando sus obligaciones lo requieren. En materia de alojamiento, la oferta de esta marina es sinónimo de privacidad, exclusividad y bienestar: un barrio costero, con calles asfaltadas y abundante arbolado sirve de asentamiento a la villa de 62 residencias que pueden elegirse en la gama de dos a seis habitaciones y en todos los casos con aire acondicionado, televisor a color con ocho canales vía satélite, parqueo y caja de seguridad, atendidas por camareras. Contratos de ocupación lineal son factibles, además del alquiler turístico habitual.

La licenciada Pilar Macías, gerente de explotación del complejo turístico, nos informan que cuentan con un grupo denominado Casas Confort, que son por ahora ocho residencias con categoría cinco estrellas, teléfono privado y servicio de mayordomía. Tienen dos, tres o cuatro habitaciones y reciben servicios exclusivos de minimarket y niñeras. Cinco de estos inmuebles poseen su propia piscina, aunque Marina Tarará cuenta con una de uso residencial y una playa natural de limpia arena, donde el cliente encuentra a su alcance todo tipo de recreación acuática: catamarán, bicicletas acuáticas, kayaks, seafaris, pesca, buceo y otras.

La comida es como en casa, claro está. Cada cual decide lo que quiere a su mesa en el desayuno, el almuerzo y la cena. Pero nadie se priva, al menos una vez a la semana, de una salida al restaurante “Cojimar”, donde el gusto de los comensales ha inclinado la oferta hacia los mariscos, a pesar de que la especialidad de la casa es la cocina internacional. El plato preferido de la concurrencia es la Mariscada, que el maitre Ernesto Fuentes prepara con langosta, camarones y pescado. “¿Todo grillé, señor?” Entonces usted decide.

Para las comidas criollas debe irse al “Ranchón” y, para los tragos, a los dos sitios mencionados, al café “Cristal”, al “Cocobar” o a los snack-bares “Obenque” o “El Marino”. La coctelería internacional está presente, pero el barman Pero Herrera indica que el turista va allí a buscar un daiquiri, un mojito o un Cuba Libre preparado con genuino ron cubano. Sabia elección del visitante. Si a la puesta del sol el ánimo se agita por más diversión, la “Noche Cubana” y la “Noche Marinera” son las opciones destinadas por los anfitriones para la música, el baile y el menú especial fuera de casa.

TODO EL TIEMPO EL MAR

El rumos de las olas es la música de este paisaje. El verde intenso del follaje de sus avenidas y de la perspectiva del río se transforma en azul luminoso cuando desembocamos a la costa por cualquiera de sus calles. Marina Tarará emergió a la gestión turística en 1994, como parte de la cadena náutica Puertosol, pero su historia se remonta hacia finales de la década del 20, cuando fundaron allí el Tarará Yacht Club. Hemingway frecuentaba esas aguas y su yate, el Pilar, halló en ese lugar su último fondeadero en vida del escritor.

Crear un nuevo club náutico es cuestión que tienen en mente los ejecutivos de la marina. Alexis Salaver, el gerente de la náutica, está convencido de que las regatas a vela, por ejemplo, estarían de inmediato en los programas anuales del enclave en cuanto se creara una asociación de ytistas.

La marina tiene capacidad de atraque para 40 embarcaciones de recreo. La mitad de los puestos de amarre están habilitados para brindar servicio de electricidad y agua a la embarcación y están a punto de dotarlos asimismo con teléfono y televisión. Estudios hidrográficos realizados en la rada permiten asegurar que en el futuro podrá acoger 600 embarcaciones.

El crecimiento perspectivo depende en parte de algunas labores ingenieras. Se ha trabajado recientemente en el canal de acceso y se logró ampliarlo a 10 metros de ancho y bajar su calado hasta 1,80 metros. La flota propia de la instalación la integran de momento 6 yates a motor preparados para la pesca mayor y a fondo y una lancha específicamente para el buceo. Para mostrar a los turistas los 22 puntos de inmersión del área (el más distante, a 35 minutos de navegación), cuentan con cuatro instructores categoría tres estrellas de la Confederación Mundial de Actividades Subacuáticas, CMAS.

“Hay un prestigio ganado y vamos a continuarlo”, dice Salaver, nacido y aun residente en el poblado marinero de Cojimar. Lo que hace fuerte a Tarará, lo que van a buscar allí siete de cada diez visitante es la pesca. La pesca a fondo se ofrece entre las opciones recreativas, para la captura de pargos, rabirrubias, chernas y otras especies. Es divertida, muy apreciada por los cubanos y todos esos peces son sabrosos bocados.

Pero lo que ha convertido a Marina Tarará en un enclave sorprendente es la pesca al curricán. Con la Corriente del Golfo casi bañando las costas, allí tienen registros nada comunes de peces de pico. El 15 de febrero de 1995, el alemán Meter Osterman celebró su 34 cumpleaños a bordo del yate Veneciana 1, con la captura de un castro azul del Atlántico de 550 libras de peso. Más recientemente, en septiembre de 1998, la marca de esa especie fue elevada a 614 libras por la tripulación del yate Audaz. El dorado, que también abunda, tiene inscrito allí un ejemplar de 57 libras, cobrado por el español Rafael Dezcallar, que todavía es el segundo mayor ejemplar cobrado a vara y carrete en el país.

Tarará dio continuidad a los torneos de pesca trolling iniciados por la antigua Marina Veneciana en 1988. La herencia no es para olvidar, pues el experimento de la instalación antecesora de Marina Tarará contó con la participación de competidores que antes habían brillado en clásicos “Hemingway” nacionales e internacionales. Allí compitió el espléndido Luis Balmaseda, hoy fallecido, y Victor Hugo Lamadrid.

Impuso la marca de 329 libras con un castero cobrado en competencia. Y allí se reunían también el sueco Bo Exström, el francés Marcel Garriguez, el argentino Alfredo Muñoz y los mexicanos Armando Ferrat y Erick Vargas.

A uno siempre le ha parecido que los certámenes de Tarará son experimentos deslumbrantes. Una vez organizaron un torneo a finales de febrero, el “Cuba-Canarias 95”, en una fecha en que nadie acostumbraba a salir a pescar la aguja, y capturaron seis peces de pico con igual número de yates. Luego fueron al otro extremo del calendario y plantaron el Torneo de la Hispanidad, realizado cada mes de octubre desde 1994. En la segunda edición, los nueve barcos que salieron al mar durante cuatro días lograron llevar a puerto 16 agujas. Lo curioso es que, aparte de los seis casteros y las cuatro agujas de abanico de esa cuenta, estuvieran incluidas seis agujas blancas, cuya principal corrida se espera en la primavera y no a esa altura del otoño.

En comparación con otras citas piscatorias del país, los torneos de Tarará son como pequeños encuentros entre amigos. Pero consistentes. Se realizó en 1994 un certamen de verano, el “Amigos del Caribe”, pero desde el año siguiente comenzó la serie del Torneo Internacional de Pesca de la Aguja “El Viejo y El Mar”, cuyo primer campeón fue el italiano Enzo Perfecti, con un castero de 114 libras. Hoy día se mantiene en calendario este último y el de La Hispanidad, mientras el gerente de la náutica nos confía que hay una tercera fecha en perspectiva.

Salaver piensa que pronto los torneos de Tarará estarán involucrados en el tag and release (marcado y suelta) de los peces de pico.

El redactor quisiera contarles que salió de Marina Tarará cayendo la tarde, navegando hacia el Oeste en busca de los primeros destellos del faro del Morro, a sólo ocho millas náuticas de allí. Si el retorno en verdad fue terrestre, queda en cambio el recuerdo de la perspectiva visual de la Marina, vista desde el puente en la Vía Blanca. Es un paisaje agradable y uno puede terminar el reportaje de una manera verídica y natural.



*Título de una sección de la revista BITÁCORA en la que escribíamos acerca de sitios interesantes del litoral cubano, que no necesariamente tenían que ser instalaciones turísticas, pero en general lo fueron.

No hay comentarios: