PICAN LOS PARGOS A SOTAVENTO DE CAYO MONO

Con la celebración del XXVIII Festival Nacional de la Pesca del Pargo Criollo, del 11 al 14 de junio, los matanceros descubrieron que pueden llegarle a un torneo de calidad. La excelencia es todavía otra cosa, pero ellos están en el camino.

Líbreme la buena intención de escamotear méritos a la cita, pero aun distan detalles de la perfección. A algunos de los asistentes, por ejemplo, nos pareció dilatado el tiempo transcurrido entre la llegada de las delegaciones a la Escuela Provincial de Remo –Calle 17, Varadero- y el suceso de algo parecido a u recibimiento.

Lo bueno, por otra parte, es más y merece más espacio. Alegra en verdad que esta vez si haya podido ser el encuentro con el pueblo de Boca de Camarioca, anfitriones magníficos y amantes y conocedores como pocos del deporte de la pesca.

Después del festejo y del baño nocturno que algunos entusiastas disfrutaron en las nocturnas aguas de la muy publicitada playa de varadero, el día 12 resultó de intenso trabajo, incluidos el congresillo técnico del certamen, en la mañana, y el IV Pleno Nacional de la Federación y la salida hacia el área de competencia, por la tarde.

Fue significativa la transformación de las normas de puntuación introducida por los organizadores locales de la cita nacional al reglamento oficial de la competencia, aprobado previamente por la Federación Cuna de Pesca deportiva. De acuerdo con lo establecido por esta asociación. “Para determinar los ganadores de la competencia, la puntuación será un punto por libra en la especie de pargo criollo”.

-El reglamento llevado impreso al congresillo técnico expresa en el acápite correspondiente (el número 16):

“Para determinar los ganadores de la competencia, la puntuación será la siguiente:

Cada pargo criollo computará 100 puntos y 10 ptos. por libra.
La familia Lituanus (Nota: Lutjanidae) (Caballerote, Jocú, Ojanco, Biajaiba, Rabirrubia, Ají y Cubera) computarán 10 puntos por cada ejemplar y 1 pto. por libra.
Las demás especies, las cuales no esté prohibida su captura, computarán 1 pto. por cada libra.
Los ejemplares que alcancen o sobrepasen las 8 onzas e estimularán como del peso inmediato superior”.

Aunque sobresale la intención de premiar hasta la mínima posibilidad el empeño del pescador, me pregunto que sucedería cuando haya que proclamar ganador a un equipo que presente una más alta acumulación de puntos, con especies ajenas al pargo criollo, respecto a otro que lleve al pesaje una ensarta de puros Lutjanus analis. Tampoco está muy claro, a la luz de la alta deportividad, el reconocimiento a los ejemplares de más de ocho onzas, cuando la vida demostró que no es tan pobre el pesquero matancero.

En entrevista con Luis Hernández Gálvez, presidente de la Filial de la FCPD en Matanzas, conocimos el esmerado trabajo realizado en el territorio con vistas a la competencia, desde dos meses antes a su celebración. Una flota de 28 barcos matanceros, más seis de reserva de la propia Boca e Camarioca, se sumaron a los cuatro llegados de la capital para respaldar el evento.

Admirable en más de un sentido resultó la decisión de mantener las embarcaciones en la zona de pesca hasta el final de la competencia. Según Hernández Gálvez, con esta medida se esperaba lograr un ahorro de aproximadamente 40 por ciento del petróleo que se hubiera necesitado para hacer las dos idas y dos retornos que hubiera previsto un programa normal de competencia. De esta forma se navegó sólo la mitad del trayecto y todos salimos ganando una interesante visita a Cayo piedra, escogido como lugar de estancia diurna, y unas horas de confraternidad entre pescadores.

PRIMERA NOCHE DE PESCA

Embarcamos bajo la llovizna, casi todos ansiosos por despegarnos a bordo el cansancio del cuerpo y el ajetreo de tierra. La flotilla navego luego al nordeste, perfilando no lejos de la costa la península de Hicacos, cuyas instalaciones turísticas reconocemos en la distancia. La zona de anclaje será para la mayoría a sotavento de Cayo Mono Grande.

A bordo del Paraiso, uno de los cuatro barcos de apoyo que llevó el INDER, tomamos fondo ya tarde en la noche a unas 17 brazas y luego adelantamos algo para echar al grampín a una 20. La goleta llegó al pesquero después de navegar unas dos horas en un inexplicable rumbo mar afuera, desdeñando durante todo ese tiempo la segura señal del faro de Cayo Piedra, que marcaba la proximidad del área de competencia.

A los primeros intentos con los avíos cayeron sobre cubierta varias cabrillas, algunas rabirrubias interesantes y hasta una cherna de buen ver. Algo después, el primer pargo criollo fue izado sobre la borda con evidente esfuerzo de brazos y un golpe de cuerpo pesado, salpicante de agua salada, que levantó el animo de los cincos pescadores, incluido el marinero.

Mientras la faena iba en aumento, di la razón mentalmente a los especialistas Rodolfo Claro y José Fernández Milera, quienes en diversas entrevistas y escritos afirman que los pargos se concentran a desovar durante las lunas llenas de mayo, junio y julio en las coronas o salientes de la plataforma insular.

Sólo en esa noche nuestro equipo –fuera de competencia- capturó 17 pargos criollos d 10 libras. LA acción se mantuvo hasta que comenzaron a aparecer en el horizonte los resplandores del amanecer.

En la competencia casi todos los pescadores emplearon anzuelos 7/0 de la fábrica inglesa “Shakespeare”, pero personalmente preferí un número 4 tipo noruego, esmaltado en negro, que resultó mortífero al extremo de un sedal de monofilamento de nailon de 38 libras. Aunque la línea resultó tal vez algo fina, no tuve que lamentarlo, y logré tres buenos pargos criollos sin contar la ensarta chica del inicio.

UNO APRENDE MUCHO EN CAYO PIEDRA

Un islote rocoso que apenas se levanta sobre el agua. Parece más alto por la tupida vegetación de una caleta que lo cubre, de plantas endurecidas por el continuo enfrentamiento al viento. También hay algunas casuarinas, cocoteros y varios tipos e arbustos de costa. Esto es Cayo Piedra.

Los destellos del faro construido en 1837, se distingue a 17 millas. Es uno de los cerca de dos decenas de faros que cuentan con vigilancia en el archipiélago cubano. El encargado d éste se llama Isidoro Romeo. No pregunté si tiene familia con él allí, pero el hogar es limpio como bajo la mano exigente de una mujer. De las paredes del portal cuelgan algunas jaulas con pájaros cautivos y es difícil hacerse una idea de la soledad del cayo con tanto visitante que recorre la playa en ese momento.

Isidoro Romeo no parece demasiado alegre ni triste. Simplemente es un hombre callado que fuma en pipa como se imagina uno que lo hacen los viejos lobos de mar, y atiende solícito a quien se le acerca.

-Tenemos jutías. Más de 100 que se reprodujeron a partir de unas pocas que trajimos- me cuenta. –También algunas iguanas, pero no muchas porque son un peligro para las crías de pollos.

En Boca de Camarioca, antes de la partida, nos recomendaron una y otra vez que consideráramos pecado, bajo pena de expulsión, tocar a las gallinas que andan jíbaras por el cayo o a las jutías, de las cuales no pude ver ni una. También se prohíbe expresamente dejar desperdicios en la playa.

Según avanza la tarde los barcos comienzan marchar sin hacerse notar demasiado hasta el área de pesca, después del almuerzo y las corteses visitas de cambio de tragos y saludos. Nadie, sin embargo, reveló la magnitud del cargamento que tenía en las neveras.

A bordo del Paraíso hubo incidente a causa del hielo. Se lo pedían al patrón debido a que el barco almacenó más por su mayor capacidad de nevera, pero este no deseaba darlo. También fue un problema cuando dos barcos menores averiados solicitaron remolque. Hubo discusión, negativa y afirmaciones rotundas de que “en este barco mando yo”. Al final uno d los averiados fue remolcado. El otro, también, por otra embarcación.

LA TURBONADA

Al retornar al pesquero fondeamos a bastante distancia del lugar escogido con tan buena suerte la noche anterior. Por lamentable coincidencia el eje de la hélice se desacopló y el jefe a bordo se echó a descansar mientras se enfriaba, para luego cambiarlo.

En eso aparecieron sobre Punta Hicacos unas nubes negras desgarradas hacia abajo en hilos finos. Viene hacia acá, hacia el mar, y si no es una turbonada es porque será algo peor. Nos habíamos acomodado en cubierta, cada cual en los mismos lugares, y comenzado a pescar, pero tuvimos que recoger más que de prisa todo lo que pudiera ser arrastrado por el agua y el viento que se avecinaban y dedicarnos, bajo las órdenes del marinero, a bajar y asegurar los toldos.

Ya estaba ahí la turbonada. Arriba y abajo, con su despliegue dramaturgico de viento desenfrenado, relámpagos, truenos y oleaje sin orden alguno. El balanceo crece y algunas cosas caen en la cocina del barco, aumentando el ruido. El Paraíso, sin motor, confiado al grampín en medio de la oscuridad.

La mayor preocupación son los barcos pequeños. Algunos pueden necesitar ayuda, soltarse, chocar ... Dos bengalas nos ponen en tensión, pegados a las ventanas de cristal d la cocina. Nada podemos hacer.

¿Cuánto dura la tormenta? ¿Dos horas? ¿Tres?. Cuando acaba el viento, quedan las olas todavía fuertes bastante tiempo. Con gran trabajo logramos comunicar por la planta de radio; más fácil de comunicar de barco a barco a viva voz. Así nos enteramos que las bengalas las lanzó el Tiburón, un yate del INDER, que se soltó del ancla. A algunos de los pequeños les pasó lo mismo, pero por suerte no hubo que lamentar más que algunos mareos. Lo normal.

El mecánico pudo llegar a bordo y pasó toda la madrugada trabajando en el motor. Los demás, tal vez demasiado cansados por la tensión, no nos dedicamos a pescar. Uno que lo hizo cobró un buen pargo que coleteó en la cubierta con sonido macizo. Me desperté contento.

LAS REGLAS SE CUMPLEN

El congresillo técnico decretó la descalificación de la embarcación que entrara a puerto pasada la hora final de competencia, señalada para las 10:00 de la mañana sin omitirse la sanción en caso de avería. Quiso la mala suerte que la regla tuviera que aplicarse precisamente a la representación matancera, que llegó tarde a bordo del Yudehama, uno d los averiados. Eso le costó a la provincia sede el primer lugar. Hubo larga decisión a puertas cerradas, pero el jurado mantuvo con seriedad el respeto a lo acordado .

Isla de la Juventud, destinada a un subliderazgo, ganó así el centro del XXVIII Festival Nacional de la Pesca del Pargo Criollo. La labor de Félix Hernández Martínez, Cosme Llanares Oliva y el delegado, Walter Hernández, se resume en la “mágica” captura de 8 pargos (53 libras), dos ejemplares de otras especies de Lutjánidos (2 libras) y 33 libras de otras especies para un total de 1385 puntos. Félix Hernández cobró también el mayor ejemplar de la lid un pargo criollo de 17 libras y medias.

El segundo puesto fue para el conjunto de La Habana, un equipo procedente de la localidad de Caimito que por cuatro años consecutivos ha representado a su provincia en el certamen, cuya labor fue de 7 pargos y tres de la familia (1243 puntos). En tercero se ubicó Villa Clara (7 pargos, 6 de la familia y 19 de otras especies, para 1148 puntos). Del cuarto al décimo marcaron Las Tunas, Sancti Spiritus, Cienfuegos, Guantánamo, Ciudad de La Habana, Camaguey y Ciego de Avila.

Matanzas había tenido un desempeño digno de sus mejores épocas: 22 pargos que pesaron en conjunto 3 libras más que las alcanzadas con las capturas de esta especie por los pineros, siete de la familia (5 libras) y 41 libras de otras especies. Un total valorable en 2916 puntos. Isla de la Juventud , que yo sepa, ha sido históricamente el más fuerte contrincante d los matanceros e el certamen.

La alegría y el brillo deseados por todos los tuvo el alto de premiación. Fue un digno final a pesar de la adversa suerte que tocó a los locales. Algo para recordar con agradecimiento a los hermanos matanceros, cuya respetuosa actitud fortalece el prestigio del deporte de la pesca.

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