EL MAS FAMOSO BARCO DE PESCA DEPORTIVA

Ernest Hemigway, que o exageraba los elogios por nigua cosa e el mundo, llegó a comparar las cualidades de su barco co la sólida construcción de una casa y el elegante andar de una mujer.

La embarcación, descrita en la novela “Islands in the Streams” (Islas en la Corriente) y en varias de sus crónicas, constituía con razón uno de los motivos de satisfacción del escritor, que halló en el deporte de la pesca parte de sus grandes motivaciones literarias y periodísticas, además del descaso entre sus jornadas de creación.

Auque cierta renombrada obra de años recientes lo califica de antigualla, todavía en el presente el Pilar sería un “fuera de serie” en la flota cubana de embarcaciones deportivas, si que tal excelencia resultara rebajada en demasía por el resplandor de lujosos yates de plástico que frecuentan nuestras aguas.

Gregorio Fuentes, patrón de la nave de madera desde 1938 hasta la muerte del escritor, en 1961, sostuvo en cierta ocasión una opinión parecida y no por razones sentimentales. En realidad el yate fue cuidadosamente concebido y más tarde mejorado para la pesca de las grandes agujas y sus buenas cualidades no han perdido valor a pesar del tiempo transcurrido.

EL PILAR POR DENTRO

Con 11,86 metros de eslora y 3,65 de manga, el barco de Hemingway es admirable ante todo por el magnifico aprovechamiento de su espacio interior. Fuera del agua, sobresale su aspecto macizo; sobre la superficie del mar, la perfecta armonía del objeto creado para cortar olas.

El Pilar tiene en la proa un camarote pequeño con cuatro literas, desde cuyo interior puede ascenderse a cubierta para poder laborar con el ancla si las condiciones del mar no recomiendan andar por fuera.

Al retroceder hacia la popa se encuentra a continuación un comportamiento que aloja a babor un servicio sanitario y la cocina a estribor, habilitada con abundante estantería alta y baja, fregadero y una nevera para conservar los alimentos en hielo. Entre ambos locales se abre sobre el pasillo una amplia y luminosa claraboya, igualmente útil para la ventilación y el acceso al exterior.

Un área de estar, que la tradición a bordo designó como el “departamento etílico”, posee una litera baja convertible e una mesa con dos asientos y otra litera doble que, al abatir la de arriba, funciona como u amplio sofá hasta tanto los invitados decidan que ha llegado la hora de irse a dormir.

La popa es espaciosa, cubierta en parte por el techo de la tordilla, con otras dos literas -suman nueve-, que por ser sencillas hacen a la vez función de asientos. Ambos muebles poseen en su interior amplio espacio para guardar utiles.
El tramo final de la cubierta lo ocupa una sólida silla giratoria de pesca con ancho asiento, tres travesaños curvos en el espaldar y dos brazos para apoyarlos, todo en dos bancos de metal permiten graduar la distancia del apoya pies, todo en caoba de calidad. Frete a ella la borda oculta una nevera con dos tapas y, en el exterior, la remata un rodillo de madera dura que sirve como ayuda para embarcar los grandes peces. Bajo el techo, a la izquierda o banda de babor, queda el puente de mando interior, aunque durante las maniobras y la pesca se gobierna el barco desde el puente volante.

Bajo cubierta quedan el compartimiento de máquina, los tanques para el agua y combustible y las neveras mayores.

HISTORIA SENTIMENTAL

Durante su niñez, adolescencia y primera juventud, Ernest Hemingway había sido un ferviente pescador deportivo de aguas fluviales. Tenía 29 años cuando comenzó a conocer el mar verdaderamente, al iniciar su residencia en Key West.

En los primeros tiempos salía a pescar cerca de las cayerías floridianas con algunos conocidos, pero más tarde se hicieron amigos él y Joe Russell, propietario de un bar y de la lancha Anita, a bordo de la cual inició sus travesías a Cuba en 1932.

Cuando recibió una cantidad de dinero de alguna importancia por sus colaboraciones periodísticas, Hemigway diseñó el barco de sus sueños y lo encargó a la Boston Wheeler, una acreditada factoría naval de New York.

El 26 de abril de 1934 el escritor recibió su licencia de patrón y navegante. La llegada del barco a sus manos es descrita como un verdadero acontecimiento en su vida personal.

Hemingway hizo navegar al Pilar a más de 15 nudos –una gran velocidad de travesía en aquel entonces y sobrada todavía hoy para las faenas de pesca- y maniobrar en difíciles giros. Quería conocerlo y asegurarse de sus condiciones, pero el barco no lo defraudó jamás

Tres ciclones barrieron sin novedad la cubierta del Pilar, que finalmente sobrevivió a su dueño y quedó como evidencia material, llena de espíritu hemingwayano, de una de las más importante facetas vitales del novelista; la pesca deportiva y el descubrimiento de multitud de sus humanas implicaciones.

ANIVERSARIO DEL MUSEO

La reapertura pública del yate, prevista para octubre, debe constituir uno de los acontecimientos principales con motivo de la celebración de los 30 años de la fundación del Museo Ernest Hemingway.

Un azaroso proceso de restauración, iniciado en 1979, tuvo que sufrir la hermosa embarcación, rescatada en toda su figura gracias a la pasión investigativa de los especialistas del museo y a manos amigas que contribuyeron al completamiento de sus piezas. Algunas de estas desaparecieron mientras el yate permaneció pendiente de reparación fuera de Finca Vigía.

En el flamante pabellón, construido con sencillez y economía, si bien con gusto y gran sentido expositivo, permanecerá desde entonces el Pilar a la vista de los amantes de la pesca, de los interesados en el arte de la construcción naval y de los admiradores del escritor estadounidense.

Otras actividades del programa confeccionado por la efemérides del museo resultaron asimismo dignas de atención para los pescadores deportivos. La institución cultural promovió un concurso nacional de pesca de agujas en la temporada 1991-1992 cuyos ganadores fueron el norteamericano David Bregman, con un castero de 246,5 libras, y los cubanos Leonor Ramos (aguja blanca de 53,0 libras) y Rodérico Hernández (aguja voladora de 46,0 libras).

Igualmente llevaron a cabo una exposición titulada “Hemingway, la pesca y sus trofeos”, con sede en el Museo Numismático, en la cual mostraron por primera vez premios de todas las épocas de los toreos de la pesca de la aguja Ernest Hemingway.

Manuel Bell Gorgas (Blakamán), miembro del Comité Internacional de la IGFA, aportó dos valiosas copas en préstamo, ganadas por él en 1958. María del Pilar García Menocal y Jorge Viada, viuda e hijo, respectivamente, del pescador Modesto Viada Machado, donaron una importante colección de piezas al Museo Hemingway.

También contribuyendo a la muestra los hermanos Rolando y Joaquín Martínez, campeones nacionales e internacionales, Noel Fernández, hijo del fallecido Alberto Domingo Fernández Montaner, primer ganador de los Torneos Nacionales de la aguja, y los expertos Dimas Zaldivar, Patricio Reyes, Martín Santana y Luis Balmaceda.

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