LOS ADMIRABES 10 DEL TORNEO NACIONAL DE PESCA DE LA TRUCHA INCENDIO DE BAYAMO

Llegó a su década el Torneo Nacional de Pesca de la Trucha Incendio de Bayamo y todo anuncia la realidad de lo que expresé hace unos años; la cita granmense se consolida como primero e indiscutible clásico de la pesca deportiva fluvial en Cuba.

Aunque más joven que los certámenes de la Aguja y el Pargo, con los cuales comparte el calendario oficial de Pesca Deportiva del INDER, el “Incendio de Bayamo” muestra cada vez mejor calidad y perspectivas de alcanzar aun mayor relevancia. Ese es el motivo principal de la gran respuesta de las provincias a la convocatoria, que en absoluta mayoría envían a Granma sus representaciones. Las que no lo hacen, pierden, sencillamente, la oportunidad de brillar en un certamen que sin muchos ajustes podría alcanzar cualquier día categoría internacional.

Granma ha demostrado de sobra ser el más admirable de los anfitriones, mérito que incluye a sus autoridades y a todos los que participan en la organización de la lid. Leonero, con sus 65,4 kilómetros cuadrados de espejo de agua, es uno de los embalses cubanos con mejores poblaciones de truchas (Lobina negra boquigrande, Mycropterus salmoides).

A esto último no es ajeno el cuidado por la conservación del acuatorio, una experiencia que merece ser perfeccionada con algún apoyo científico y extendida a otras presas del país. Allí limitan las pesquerías a dos domingos al mes, no se admiten capturas menores de 40 centímetros de longitud y se hablaba hace algún tiempo de ajustar la ensarta a ocho piezas. De métodos no deportivos –salvo las capturas comerciales-, ni hablar. Por eso hay buenas truchas en Leonero.

La competencia fue organizada por primera vez en 1983 y desde entonces ha marcado una pauta de ascenso que tiene sus raíces en la seriedad de propósitos, la responsabilidad colectiva en la realización y un indudable enfoque inteligente y de buen gusto en las actividades que integran el concurso. Una de estas fue la invitación de los competidores a asistir a la velada por los 120 años del Incendio de Bayamo, en 1989, y confieso que pocos actos he visto de tanta hermosura y espontáneo patriotismo como aquella noche en la Plaza Carlos Manuel de Céspedes.

En aquella misma ocasión, los legendarios coches bayameses desfilaron llevando a cada equipo por el centro del pueblo, recibiendo saludos y franca simpatía; la gente asiste entusiasmada a los pesajes, se premian concurso de la radio y el periódico local y se realizan encuentros con personalidades. Eso es cultura. La fiesta de premiación, en plena calle, constituye un agasajo único e inolvidable.

Hablo de cosas vistas por mí aquel año, pero me consta que nada ha cambiado. Quienes regresan traen noticias todavía mejores. Los pescadores de Bayamo aportan parte de su cuota de petróleo, este año, para que un ómnibus pudiera llevar a los competidores de occidente. Hablan de construir una base de pesca en Leonero e inaugurarla antes de concluir 1992. Esos son gestos de voluntad y de eficiente gestión.

HITOS DEPORTIVOS

La competencia se realiza con equipo de vara y carrete de lanzado ligero, sin límite de resistencia de sedal, pero con una carnada artificial, solamente. Se pesca durante seis horas en cada jornada y a cada concursante se le permite llevar tres piezas al pesaje. En algunas superficies de embarcaciones he visto que marcan la medida mínima de longitud aprobada por ejemplar y, cuando alguno de los dos pescadores del equipo cobra una pieza, la mide rápida y delicadamente antes de guardarla o devolverla a las aguas, en caso de que no cumpla el requisito.

En 1983 el equipo Granma B, integrado por Enrique Campos y Blas Llorente aseguró en casa el trofeo, con un acumulado de 43,00 puntos, uno por libra. Al año siguiente los holguineros Aldo Leyva y Oscar Barcelo hicieron la travesura de sacar por primera vez la Copa de Bayamo con 47,03 libras de cómputo, y demoraría luego un par de años en regresar. Veamos.

El hermoso presente, rematado por unas llamas elaboradas en cobre martillado, fue llevada por Elio Ruiz y Aurelio Chinea a Villa Clara en 1985, con respetable pesaje de 77,11, mientras Danilo Domínguez y Rafael Martínez le iniciaban el viaje de retorno acercándolo hasta Camaguey en 1986, aunque sin perjudicar la marca de los anteriores, quedaron con 68,14. El récord de acumulado un vigente fue elevado a 78,14 libras en 1987, con Asdrúbal Moreno y Enrique Domínguez en el manejo de los avios, el dúo que asumió empeños mayores y repitió la hazaña en 1989, pero con 57,06 libras.

Entre uno y otro triunfo de esta última pareja, Gilberto Pupo y Enrique López colocaron un triunfo para la Isla de la Juventud en 1988, con balanza de 53,06. De 1990 a 1992 se hicieron dueños del cetro Rafael Popa y Omar Aleaga, con marcadores aceptables de 56,01, 45,09 y 60,06, que dieron a Granma el triunfo total.

Elio Ruiz, el villaclareño que en 1983 y 1984 se acreditó el título de máximo acumulador individual, implantó en el siguiente a esos años una adicional con una trucha de de 9,04 libras, pieza mayor del certamen hasta que la destronó el ejemplar de 10,00 libras llevado al pesaje de 1989 por el capitalino Alfredo Durán, actual monarca en este departamento. El récord fue igualado en 1990 por el espirituano Juan Padrón. Asdrúbal Moreno tiene, por su parte, otros dos liderazgos: el récord de acumulado individual, con 47,14 libras, y el mejor promedio en peso de un certamen, con 7,09 libras, ambos en 1987.

EL DECIMO

El X Torneo Nacional de Pesca de la Trucha Incendio de Bayamo fue celebrado del ocho al 12 de enero de 1992. Hubo esta vez dos ausencias infrecuentes, Pinar del Río y Cienfuegos, tal vez por dificultades del transporte. Guantánamo tampoco estuvo, pero ya ha faltado otras veces.

La nómina de 13 equipos –dos por Granma- resultó sin embargo válida para un brillante desempeño. Tan cierto es, que tres provincias escoltaron a peligrosa distancia al campeón Granma A. Un día más con las líneas en el agua y nadie sabe que hubiera sucedido entre el actual titular, la Isla de la Juventud, Villa Clara y Camagüey.

Walter Hernández y Gilberto Pupo -retengan este nombre para el futuro- integraron la combinación pinera que se colocó a apenas poco más d una libra del marcador final de los triunfadores Popa-Aleaga.

Más de 550 libras de truchas fueron cobradas en las dos jornadas competitivas. La cifra y también el peso del mayor ejemplar -8,07 libras, a manos del habanero Alfredo Viera- se hallan dentro de los parámetros habituales del torneo.

Nada más que agregar. Las truchas de Leonero gozan de buena salud y los granmenses les conocen el secreto del buen rendimiento.

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