YUDEHAMA, POR EL DERROTERO DEL PARGO CRIOLLO
Rascasio, mayo-junio 1991

Por segundo año consecutivo, los pescadores de la embarcación Yudehama demostraron estar muy al tanto de los caminos por los cuales arriba al norte matancero la más popular de las especies de peces marítimos cubanos, colocándose esta vez como campeones del XXVII Festival Nacional de la Pesca del Pargo Criollo.

El certamen efectuado en aguas de Varadero durante dos jornadas nocturnas del viernes 21 al domingo 23 de junio, contó con la presencia de 14 equipos provinciales, entre los cuales la representación de Matanzas apenas encontró contrincante de consideración.

Integrada por los atletas Adolfo Días y Antonio Marrero, el delegado Fermín Hernández y los tripulantes Mario Bello, patrón, y Rafael Rodríguez, marinero, la selección local totalizó 33 pargos y 16 ejemplares de otras especies de la familia Lutjanidae, para un computo final de 241.5 libras de captura.

Con este desempeño el Yudehama superó su labor en 1990, cuando un acumulado de 26 pargos llevó al colectivo al segundo puesto, antecedidos por los Villaclareños, titulares del Vigésimo Sexto Festival Nacional con 47 piezas. En aquella ocasión Rafael Rodríguez, que iba como patrón, capturó el mayor ejemplar, de 15.87 libras (7.3 kg). El mismo reconocimiento correspondió ahora a Adolfo Díaz, con un pargo criollo de 12 libras y medias, por el cual recibió el trofeo del grupo de turismo deportivo TUR y PESCA.

Exactamente en 120 libras aventajó el equipo de la provincia sede a sus más cercanos contendientes, los holguineros. Estos inauguraron como líderes la tabla de posiciones, pero en la jornada de cierre padecieron una total falta de acción en los avíos y quedaron segundos con su pesaje inicial de 13 pargos.

Granma y Ciudad de La Habana marcaron parejo en las dos pruebas, concluidas por ambos equipos con sendos quintetos de pargos y cantidades similares de ejemplares de especies afines –cubera y rabirrubias fueron las más vistas-, pero los granmenses dominaron con un total de 46 libras y se quedaron con el tercer escaño.

Santiago de Cuba logró un pesaje de 44 libras, superior en siete al de Ciudad de La Habana, pero cobró u pargo criollo menos, que es la especie decisiva. La Habana, Guantánamo, Las Tunas, Villa Clara, Isla de la Juventud y Sancti Spíritu quedaron en ese orden en los puestos del sexto al décimo, con desempeños pocos notables.

Del resto de los competidores, el equipo de Pinar del Río sólo pescó especies afines, mientras Cienfuegos y Ciego de Avila no tuvieron capturas. Camagüey una provincia donde la pesca es tradicionalmente fuerte, estuvo ausente.

Sumados los pesos de 70 pargos criollos y los ejemplares de otras especies de Lutjánidos capturados se alcanzó un cómputo final de 524 libras en el torneo. Las cifras inferiores a las alcanzadas en años recientes, parecen confirmar la importancia de tomar en cuenta la fase lunar en la programación de esta competencia.

En realidad no fue posible realizar el Festival del Pargo en la última semana de junio, correspondiente a la adecuada fase Luna Llena, debido a la coincidencia en fecha con un certamen remístico en Varadero, cuyas exigencias organizativas requieren mayor movilización de recursos y atención por las autoridades deportivas.

La fecha de competencia cayó por tanto en Cuarto Creciente con los resultados ya mencionados. En 1990 el certamen lo llevaron a cabo en Cuarto Menguante, fase posterior a la más favorable, y se lograron 125 pargos –no se computaron otras especies- con un peso de 979 libras. La embarcación ganadora de la cita en 1988 capturó cuatro piezas más que el total general de este año. El saldo de aquella formidable marca de Luna Llena fue de 408 pargos y un peso de 2732 libras.

Algunas cuestiones en torno al desarrollo del XXVII Festival Nacional de la Pesca del Pargo Criollo ameritan un comentario al margen de los resultados deportivos. La cita, fuertemente enraizada como tradición en el deporte de los avíos merece un relieve acorde con su categoría.

A este propósito contribuiría la celebración de la actividad de clausura, siempre que las condiciones materiales lo permitan, en la sede histórica de Boca de Camarioca. El acto público de pesaje y premiación en este lugar, sin extraordinarias complejidades en cuanto a recursos, mantendría vigente el análisis deportivo y el estimulante contacto de los atletas con la población.

El establecimiento de la base de operaciones en Varadero significa mayor proximidad a la zona de pesca, lo cual no es despreciable en el orden deportivo, aparte de lo que puede representar e cuanto a ahorro de combustible.

La casa de los remeros, al final del Estero de los Barcos, demostró o carecer de posibilidades como sede para el certamen, y e el futuro podría perfeccionarse su acondicionamiento para este fin y, fundamentalmente, brindarse mayor atención al ornato, como corresponde al lugar que brinda acogida a una competencia nacional.

Banderas de colores, una tela desplegada a la entrada con el nombre del torneo, contribuirían bastante al brillo de la cita, sin excesivos costos. Si algo más se hiciera, siempre saldría ganando la instalación, que también lo merece.

Aspectos muy deportivos, y que demuestran la actividad de los anfitriones por ofrecer las mejores condiciones posibles, fueron los albergues con aire acondicionado, la calidad de la alimentación, la atención médica garantizada, la muy pareja flota de embarcaciones que pusieron a disposición de la competencia.

El pesaje fue eficiente, aunque habría que pensar en exponer al menos brevemente los ejemplares, para facilitar el trabajo de los fotógrafos, y en gestionar la asistencia de un especialista en Ictiología que ofrezca su calificado veredicto sobre la captura. Esta previsión puede coadyuvar al estudio de la especie y comunica a la competencia una seriedad que en modo alguno resulta accesoria tratándose de un certamen nacional.

Por el mismo motivo sería razonable hacer efectivo el segundo punto del reglamento, en cuanto a la inclusión de jueces a bordo de las embarcaciones.

También estuvo muy bien la información estadística en especial los tres boletines elaborados por el personal del CEMA, en cuyo contenido sólo extrañamos la falta de referencias a la historia del torneo, los récords vigentes y algún detalle más que fácilmente podrán incluir en venideras ocasiones.

No estaría de más una pizarra informativa, mucho mejor si es colocada cerca de la entrada de la instalación, para que estar a la vista por los que transitan por el lugar.

Capturas más o menos –y estas fueron suficientes para dar validez a la competencia- el XXVII Festival Nacional e la Pesca del Pargo Criollo alcanzó el saldo de confraternidad deportiva que es el mayor logro de este tipo de encuentros. Matanzas lo sigue alcanzando.

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