ALARMA EN EL FONDO DEL RIO
Ahora, 4 de mayo de 1991; Rascasio, no. 5, 1992

Después de haber servido de alimento a los primeros pobladores de Cuba y de sobrevivir durante siglos en las aguas dulces del archipiélago, la Biajaca (Cichlasoma tetracanthum), cubana oriunda, afronta desde hace algunas décadas el peligro de extinción frente a varias especies de peces foráneos.

Los especialistas del Instituto de Ecología y Sistemática, licenciados Armando Pérez y Roberto Duarte, sacaron a la luz informes científicos según los cuales ya a mediados de la década del 60 las comunidades de estos peces nativos estaban restringidas a algunos lagunatos poco oxigenados, canales salobres y otros sitios poco favorables.

La primera causa de presión sobre la biajaca apareció a partir de 1927, con la introducción de la Trucha o Lobina negra boquigrande (Micropterus salmoides) un fabuloso pez deportivo, y del pez sol (Lepomis macrochirus), procedentes de Norteamérica.

A la fuerte depredación y competencia alimentaria que ambas ejercieron sobre la especie local, se sumó, con el decursar de los años, el cultivo de tilapias y otros peces de interés como fuente de alimento humano, que incrementaron las interacciones ecológicas en las aguas fluviales, señalan los investigadores.

De huéspedes a dueños absolutos de la masa de agua, las tilapias han mostrado las mejores condiciones para aprovechar el extenso medio que les ofrecen los embalses creados a tenor del desarrollo hidráulico del país, y se dispersaron luego hasta los ínfimos arroyos del territorio.

Estas representan más del 90 por ciento de las capturas totales anuales de la Empresa Nacional de Acuicultura -21 mil 805 toneladas en 1990- sistemáticamente beneficiadas por repoblaciones periódicas de juveniles a las cuales son ajenas las biajacas.

Pérez y Duarte señalan, a partir de sus estudios, la escasa racionalidad en la utilización pesquera de los embalses cubanos, en el perjuicio de la ictiofauna autóctona, y proponen, como recurso para reparar la crítica situación de la biajaca, el cultivo conjunto de éstas y las tilapias.

Un argumento a favor de esta posibilidad consiste en las diferencias alimentarias entre una y otra especie, mientras las coincidencias en áreas y época de desove, desfavorable a las más pequeña y menos agresivas biajaca, deben resolverse mediante un económico sistema de cría artificial.

Con unas ocho parejas pueden lograrse 100 mil juveniles por temporada en estanques rectangulares de mampostería de nueve metros de largo y tres de ancho, ubicados a la sombra.

El interés económico está garantizado, pues la biajaca alcanza entre los 13 y los 15 meses el peso de 230 gramos considerado comercial en la tilapia, cuya maduración reproductiva es, por otra parte, más tardía.

Aunque no es la más importante, la biajaca criolla posee interés para la pesca deportiva local. Hasta 1990 el INDER tenía registrados nueve récords nacionales adjudicados a esta especie. La mayor pieza reconocida oficialmente pesó 3,4 libras y fue capturada por el matancero Joan Varela Farías en la categoría infantil. Ese peso contrasta con el de la mayor trucha, que llegó a 16 libras, y con el récord absoluto de tilapia, que hasta ahora es de 8,0 libras.

Después de dar a la publicidad este artículo en la prensa cubana, recibimos una carta del licenciado Armando Pérez, informándonos el patrón de coloración de esta especie:

“La biajaca posee múltiples manchas negras diseminadas por todo el cuerpo, sobre un fondo gris, que puede tornarse mucho más claro, hasta casi parecer blancuzco, o mucho más oscuro, casi negrusco, en dependencia del estado fisiológico del pez o del color predominante en su ambiente.

“Las mancha de la cabeza son parecidas a arabescos. En la parte central del cuerpo y en la base de la aleta caudal, a ambos lados del cuerpo, presentan una mancha negra redondeada que tiende a perder nitidez con el crecimiento del pez”.

“Durante la época reproductiva todos los colores se intensifican, luciendo la hembra mucho más negra y con fajas verticales, que son menos evidentes en el macho”.

Razones económicas aparte, y al margen de su impotencia como alimento tradicional y atractiva pieza deportiva, la biajaca representa un valor incalculable del patrimonio nacional y universal que el Estado socialista está en el deber de proteger y conservar.

La alarma, dada por los científicos ante el deterioro de las poblaciones de Cichlasoma tetracanthum, podría ser más urgente aun para otras especies, como las guabinas, anguilas y varias más, poco estudiadas todavía y apenas encontradas en las pesquerías deportivas.

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