LA VERIDICA HISTORIA DE UN PESCADOR QUE ABANDONO EL MAR PARA IRSE A PASTOREAR TRUCHAS
Rascasio, marzo- abril 1991

Este hombre no llega a parecer anciano, ni siquiera sentado como ahora en el portal que se divisa tras la cortina de frutales y plantas ornamentales que antecede su casa. Arrugas, canas bajo la gorra y espejuelos no bastan para definir la edad. Tiene 78 años, pero cualquiera estaría dispuesto a creerle mucho menos.

Aunque afirme que le falta juventud y fuerza física para competir, uno está seguro de que no anda escaso de la vitalidad que me asombró hace más de una década, cuando le ví por primera vez dirigiendo una competencia de pesca costera sobre los arrecifes ariscos de Bufadero, en la provincia de Matanzas.

A Antonio Rodríguez la pasión por el deporte de los avios le ha llevado más lejos que a ninguna otra persona que conozca. Organizar a los aficionados, pescar cada semana, escribir sobre pesca e inventar sus propios señuelos constituyen enunciados de una persistencia que no cesa desde hace tres décadas.

Todavía en 1959 gustaba de salir al mar por la playa de Baracoa, adentrarse en las aguas azules y profundas, y tentar la suerte cuantas veces fuera posible con los sedales a fondo o arrastrándolos tras la popa a la lenta marcha del curricán.

A fines de este año -rememora- un amigo me invitó a una pesquería fluvial. El asombro tras las dinámicas truchas no dejaría de tener sus consecuencias: regaló la lancha y corrió a una tienda de artículos deportivas a comprar la última vara y el último carrete que quedaba en los estantes.

Era un equipo se Spincasting. El carrete tenía un defecto y el vendedor estaba dispuesto a devolverlo al fabricante. Le ofrecí comprarlo a menos precio, pero el hombre no deseaba tener perdidas en su negocio, y al final me lo llevé por su costo total, a pesar de la rotura.

Lo arregló. Tal vez desde entonces una de las habitaciones de su vivienda comenzó a convertirse en un fabuloso taller donde este activo jubilado inventa sus animalitos de goma para tentar a la Lobina negra boquigrande, el nombre verdadero del pez que los cubanos llamamos trucha, y que muchos pescadores aprendimos en un artículo escrito por Antonino para las páginas de EL RASCASIO.

Practicó todas las modalidades del lanzado ligero en la pesca fluvial; el spinning, el bait casting y el spin casting, pero prefiero este último por la maniobrabilidad que permite el equipo, cuya principal característica consiste en un mecanismo que libera el sedal en el carrete, lo que posibilita lanzar durante el vadeo, usando sólo una mano.

Antonio Rodríguez participó en los Torneos Nacionales de la Trucha que años atrás se celebraron en Camagüey , Santiago de Cuba (Palma Soriano), Pinar del Río, Matanzas e Isla de la Juventud. En 1978 y 1979 compitió en topes internacionales celebrados en la Laguna del Tesoro y la presa Minerva, respectivamente. Ha logrado récords en Crapie, cat fisco (pez gato) y amura, entre otros. En trucha, su marca personal es de 14 libras y medias.

Durante 30 años éste aficionado absoluto ha conducido la pesca deportiva en su localidad. AL principio como dirigente de la Comisión de esta disciplina en el antiguo regional Marianao, y ahora como Presidente de la Federación Cubana de Pesca Deportiva (FCPD) en el municipio La Lisa, con 650 afiliados. ¿Es difícil este cometido?

Fácil no es, porque algunos tienen amor por el deporte, pero carecen de tiempo debido a sus obligaciones laborales. También son preciso seriedad y responsabilidad, nivel cultural y, siempre que sea posible, facilidades para transportarse y un teléfono que ayude a resolver las numerosas gestiones que requiere esa actividad.

Y constancia -afirmó-, y poder de convencimiento, y paciencia, y muchas ganas de trabajar, porque obstáculos no faltan. Hace algunos años lograron edificar una base de pesca en la presa Niña Bonita. Una instalación construida con el esfuerzo de los propios aficionados y 15 botes cedidos para el propósito por un Organismo de Pinar del Río.

Más tarde la dirección municipal de deportes, le hizo un contrato a Antonio Rodríguez para dirigir, cobrando 100 pesos, la base que él mismo había concebido, gestionado, ayudado a proyectar y construir, y organizado. Duró tres meses el contrato. La historia posterior se resume en el abandono de la instalación por el siguiente administrador. Un día sólo cuatro botes pudieron ser rescatados por Antonino.

La experiencia no lo desanimó. Asegura que nada de eso volverá a ocurrir con la sede de la FCPD en La Lisa, un local remozado también por los pescadores, y así mismo los cazadores, a discutir nuestros asuntos, a organizar actividades o simplemente a recrearnos en un ambiente sano. Hasta cumpleaños han celebrado en el local de la calle 212.

“Tendrían que pasar sobre mi cadáver para destruir ese esfuerzo”, dice, y le creo.

Casi olvidaba uno de los aportes realizados por Antonio Rodríguez, que valdría la pena evaluar como interés de la Federación en el futuro: la repoblación de truchas.

Realicé varias siembra de ejemplares en las presas de La Habana y Ciudad de LA Habana. Íbamos dos o tres pescadores a algún embalse abundante en la especie y hacíamos varias capturas que transportábamos a los nuevos lugares en un tanque de 25 galones, llenos de la misma agua del embalse donde se colectaban las piezas que serían las futuras reproductoras.

A Antonio le reconocieron la condición de Activista de Recreación más destacado del país en 1987, y varias veces ha sido galardonado en la provincia Ciudad de La Habana.

Esta es la historia de un aficionado que cambio el mar por el secreto y belleza que guardan las aguas interiores. Es apenas un esbozo de ese pescador completo que es Antonio Rodríguez, cuya experiencia en la pesca de la lobina negra boquigrande podría llenar un libro, el que esperamos que algún día escriba.

LUCIO OESCADO . . . CON UN DEDO

Hasta ahora recuerda en Kúrkino, pueblo de la región de Vólogda, lo acaecido este verano. Junto a su hijo Kostia, de cuatro años, la vecina de dicho pueblo. Tamara Schávina, fue al estanque. Mientras aclaraba la ropa, el pequeñuelo, subido en una pasarela, sacaba conchas del agua. De repente dio un grito y sacudió bruscamente la mano. La madre corrió hacia el niño y vio que tenía el dedo mordido y que en la orilla coleteaba un lucio. La mujer aturdió al pez con un palo y se lo llevó a casa. La “presa” pesó más de dos kilos. El voraz lucio por lo visto, tomó el dedo de Kostia por un gusano . . . y luego no le dio tiempo soltar el “botín”.


LOS ENTIERRAN CON FLORES DE . . . ¡ESCAMAS DE PESCADO!

Allá por las costas yucatecas, en un pueblecito pesquero llamado Dzilan de Bravo, cuando un pescador fallece, sus deudos piensan inmediatamente en la señora Elizabeth Nodal de Aceves, robusta madre de cuatro niños y quien tendrá siempre lo adecuado para acompañar al difunto hasta su última morada.

En épocas ya remotas, existía en algunos pueblos antiguos la costumbre de que, al ocurrir un deceso, el cadáver era subido a una balsa o lancha que, después de prenderle fuego, era lanzada mar afuera.

En Dzilan de Bravo no existe tal tradición, pero los motivos pesqueros acompañan siempre al fallecido: se trata de coronas hechas con escamas de pescado, o bien flores gigantescas.


LA MUJER Y LA PESCA

Una tarde veraniega, 29 mujeres -miembros de la Sociedad Moscovita El Pescador Deportista- se dirigieron al embalse Rúzskole, situado a 100 kilómetros de Moscú, para participar en las competiciones del Club Femenino de Pesca.

Se alojaron en un edificio de dos pisos con amplias habitaciones, que pertenece a la sociedad. Semejantes casas existen en todos los grandes embalses de las afueras de la Capital y los usan principalmente los miembros de esta sociedad, que suman más de 54,000 entre ellos 500 mujeres.

A la mañana siguiente, las damas se reunieron a orillas del embalse y el juez principal les recordó las reglas:
La pesca se lleva a cabo con caña y flotador. La deportista debe sostener la caña en sus manos durante tres horas de tiempo reglamentario. Cada pescadora debe elegir el tipo de cebo que prefiera. Se cuentan todos los peces, excepto los ejemplares de lucio y de lucioperca que pesen menos de 300 gramos. La ganadora se determina sumando la cantidad de peces cogidos y su peso.

A las ocho en punto comenzaron las competencias, y a las once ya se conocía a la vencedora: Vera Kolpakova, de 70 años, quien se dedica a la pesca deportiva hace más de dos lustros.

Claro está que no todas tuvieron igual suerte; y aunque hubo quienes llegaron hasta el final con las manos vacías, ello de ningún modo minó el entusiasmo de las participantes.

Pero veamos ahora que piensa de la pesca deportiva Norma Zakatova, ingeniera de 38 años:
El objetivo de nuestros viajes a las afueras de la Ciudad no es lograr una abundante pesca o establecer récords; simplemente queremos estar saludables y de buen humor. . .

María Alifánova, de 81 años:
Últimamente en nuestro Club ingresan cada vez más mujeres de edad avanzada, quienes ante nuestros ojos se tornan más fuertes y más alegres. La pesca deportiva, entre otras cosas, nos brinda la alegría de la comunicación humana, y créame que este es uno de los valores más importante de la vida.

Luego las mujeres me invitaron a comer la sopa de pescado tradicional. A diferencia de los hombres, no hablaban sobre ejemplares de peso y largo extraordinarios que alguna vez habían logrado pescar, sino acerca de sus hijos, nietos, incluso hasta qué preparar al esposo para la cena cuando éste regrese a casa después de la pesca.

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