ENTRE LUTJANIDOS Y SERRANIDOS
PECES DEPORTIVOS CUBANOS
Mar y Pesca, Abril 1990, No 295

EN ZONA DE LA PLATAFORMA CON SEIBADALES, ARRECIFES CORALINOS Y FONDOS ROCOSOS: AHÍ LO HALLARA. AH, Y TAMBIEN EN ARRECIFES ARTIFICIALES, LAGUNAS COSTERAS RODEADAS DE MANGLES Y SOBRE FONDOS DE ARENA. . .

Cuando alcanza su plenitud la luna llena en los meses de mayo, junio y julio, o apenas empieza a aplacarse las olas del primer frente frío de cada año, los pescadores deportivos aprestan sus avios y embarcaciones para salir en busca del más popular de los peces deportivos cubanos: el pargo criollo, Lutjanus analais.

Según informa el investigador Rodolfo Claro, el pargo criollo ha sido reportado en profundidades de 5 a 86 metros, estrechamente relacionados con zonas de la plataforma con seibadales, arrecifes coralinos y fondos rocosos, aunque también lo han encontrado en arrecifes artificiales, lagunas costeras rodeadas de manglares y sobre fondos de arena.

Desde el punto de vista deportivo, las familias icticolas de los lutjánidos y los serránidos -entre estos últimos la cherna criolla, el aguají y la guasa- tienen en común la gran voracidad de los peces al morder la carnada, así como una escapada potente que en ocasiones es frenada por el empleo de líneas que son varias veces más resistentes que el peso del ejemplar.

Una notable excepción en la primera familia es la rabirrubia –más dinámica y cuidadosa al comer que sus parientes-, a la cual se le captura preferiblemente con la técnica denominada al vuelo, con sedal fino y sin plomada, a media agua y no cerca del fondo, como al resto de los Lutjánaidos y a la totalidad de los Serránidos.

Un análisis de las capturas de las dos familias mencionadas, propuestas para récord nacional de pesca deportiva en el trienio 1986-1988 (Ver tabla), nos muestra la alta efectividad de las técnicas de vara y carrete para este grupo, que representa algo más del 38% de los peces marítimos reportados para tal propósito en dicha etapa.

LA INDISCUTIBLE DUEÑA DE LAS AGUAS DULCES

Aunque el pargo criollo alcanzó el 19,4% de popularidad en una encuesta realizada por el autor entre aficionados al deporte de los avios en seis provincias cubanas, que nominó a 19 especies, sorprendentemente fue desplazado al segundo puesto por una especie fluvial; la loina negra boquigrande, a la cual denominamos, impropiamente, trucha.

Agresiva, valiente, voraz, los calificativos de la hermosa dueña de las aguas dulces pueden resultar increíbles en boca de los pescadores unos segundos después de que un ejemplar se ha librado del anzuelo casi a la mano del deportista. Tal vez ello justifique en primer lugar que le otorgaron en la encuesta (32,3% de las preferidas).

Introducida en Cuba desde Norteamérica en 1927, la lobina se aclimató mejor que ninguna de las otras especies que le acompañaron a las aguas cubanas, y hoy es posible encontrarla considerablemente extendida -aunque menos de lo que sería deseable- en acuatorios fluviales de las 14 provincias y del municipio especial Isla de la Juventud.

Algunos pescadores, para capturarlas emplean ranas, mamporros, lagartijas y otras carnadas vivas; pero nada justifica el empeño poco deportivo, pues su respuesta es fabulosa, en los acuatorios donde está bien desarrollada, a los señuelos artificiales y a las artes de los aficionados más experimentados, que por lo general emplean equipos de vara y carrete del tipo spinning o spin-casting.

En las aguas interiores la trucha tiene la compañía, entre otras especies, de los también foráneos tilapia y sunfish o pez sol, así como de la autóctona biajaca criolla, capaces asimismo de responder a carnadas naturales y a señuelos artificiales. Para esta pesca se emplea también la vara criolla de gran sencillez que sabe brindarle emoción a quien la maneje bien.

LOS REYES DE LA VARA Y EL CARRETE

El Dr. Dario Guitart, director del Acuario Nacional de Cuba, y Manuel Bell (Blakaman), experimentado asesor de pesca deportiva en la Marina Hemingway, coincidieron en calificar como reyes de la vara y el carrete a las especies de agujas, sábalo y macabí por la gran emoción que ofrece su captura en aguas cubanas.

Cada año, en los torneos de la pesa de la aguja que se celebran en la Corriente del Golfo, al norte de Ciudad de La Habana, son anzuelazos decenas de ejemplares de la familia Istiophoridae, principalmente la aguja de casta (Makaira nigricans), la aguja blanca (Tetrapturum albinus) y la aguja de abanico (Istiophorus platypterus).

Como características general, estos batalladores gigantes son capturados mediante la técnica denominada trolling, empleando avios pesados de vara y carrete, con sedal de 30 ó 50 libras de resistencia (según la regla específica de cada competencia).

Las otras dos especies resultan excepcionalmente emotivas para la práctica con avios ligeros: el sábalo, por ejemplo, se encuentra ampliamente extendido y es posible pescarlo en aguas dulces (Laguna del Tesoro), en las desembocaduras de los ríos, en mar abierto y hasta en bahías contaminadas. Sus saltos espectaculares y descomunal resistencia lo convierten en un trofeo que, lamentablemente, no es del todo apreciado por nuestros aficionados . . . El macabí, por su parte se halla con frecuencia sobre los fondos de arena y los fangoarenosos de poca profundidad en torno a los cayos, donde se alimenta de crustáceos que viven enterrados en los sedimentos. Según Bell, su pesca es altamente especializada, pues es el pez que más hala “libra a libra” entre todos los conocidos, siendo igualmente famosos por su veloz escapada al ser anzeulado.

Aunque el conjunto de especies mencionadas resultan las más significativas en el país en la práctica del depeorte de los avios, no representan ni mucho menos la totalidad, que es bien amplia, por cierto. Habría que referirse, por ejemplo a una decena de especies de Carángidos -palometas, jiguaguas, cibies y otros-, altamente apreciados por los aficionados al spinning; a los Escómbridos, como la sierra y el serrucho; al peto, al cual no todos retan con vara y carrete, y a muchos más.

Oficialmente, en Cuba están reconocidas, como deportivas, 50 especies de peces marítimos y 11 fluviales, aunque dicha relación resulta todavía incompleta en cuanto a las aguas marinas.

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