LOS RETOS DE LA ROMPIENTE
(Publicado por la revista Heraldo Deportivo, California, Estados Unidos de América; Año IX, No. 101, noviembre de 2003, páginas 27 y 28)

Puede que usted haya leído la anécdota: estando de luna de miel en un hotel de la costa francesa, un joven escritor a quien sucederán cosas tremendas entre dos mujeres, baja una mañana a la orilla y con una simple caña logra sacar del agua una lobina de mar de 15 libras de peso. Con esta escena plena de movimiento, descrita con el estilo y la precisión de quien conoce y goza del tema, inicia Hemingway su novela El Jardín del Edén.
Durante la lucha por hacer su captura sin romper la corta línea, sumergiendo a veces el puntero de la caña entre la espuma, el autor señala que el joven pescador "habría querido tener una vara de lanzado y cucharas, de manera que pudiera hacer lanzamientos a las rocas del lado más lejano del canal". Lo que Hemingway estaba pensando que habría debido poner en manos de su personaje es un aparejo de surfcasting, la poderosa técnica de las grandes distancias.
Dominar el lanzamiento con este avío requiere tanta fuerza, coordinación y exactitud de movimientos como algunas modalidades atléticas de impulso. Un plomo, que puede pesar más de 100 gramos, recibe una violenta aceleración que lo convierte en un peligroso proyectil, para lograr que la línea alcance los 100, 150 o hasta 200 metros donde están cebándose los peces.
En las playas bajas y de distantes rompientes de Gran Bretaña surgió esta técnica, ahora extendida a casi todo el mundo. En los Estados Unidos se desarrolló primero a lo largo de la costa del Atlántico, desde Nueva Inglaterra hasta las Carolinas, pero hace bastante que la emplean igualmente en la costa oeste.
Una de las especies preferidas del surfcaster, la lobina rayada o striped bass (Morone saxatilis), fue introducida desde la costa atlántica a la del Pacífico norteamericano en 1879 y 1882, y en California se prohibió su captura comercial desde principios del siglo XX, a causa de su elevado valor recreativo. Uno de los dos records mundiales de esta especie, reconocidos por la International Game Fish Association, pesó 67 libras y media y fue cobrado en Los Banos por Hank Ferguson en 1992.
Los peces son buscados en la zona de alimentación, donde las olas remueven el fondo y junto con la arena salen al descubierto los pequeños cangrejos, camarones, gusanos poliquetos y otros manjares. Aunque los largos lanzamientos no siempre sean necesarios, ni en todos los casos sean de notable talla las presas, los equipos para surfcasting se caracterizan por su fortaleza y mayores dimensiones, comparados con sus similares de lanzado medio o ligero.
Así, mientras un carrete de spinning promedio pesa unos 300 gramos, un molinete para surfcasting de cualquier marca pasará comunmente de los 700 gramos de peso; los carretes de bobina giratoria son preferidos por algunos para esta modalidad de pesca. Las varas pasan por lo general de los cuatro metros y deben ser lo suficientemente fuertes como para lanzar hasta más de 100 gramos.
Para absorber la violenta presión del lanzamiento, se acostumbra que el tramo final de la línea, denominado línea de choque, sea de mayor calibre y resistencia que el resto. En sus comienzos, esta pesca se realizó con líneas de lino torcido de la marca Cuttyhunk, las que fueron luego abandonadas por los trenzados de nailon y dacrón, hasta la llegada de la era del monofilamento.
Para algunos aficionados a esta técnica el confort ha quedado excluído de las previsiones de cada excursión. Ellos afrontan el oleaje, la humedad, el viento y los mosquitos en costas desnudas y agrestes. Otros trasladan a las playas sus tiendas, sillas de extensión, mesas, libros, reproductoras de sonido, bebidas y bocadillos y se disponen a correr su aventura con las cañas clavadas en la arena, bien rectas hacia el cielo, echándoles de tanto en tanto una mirada a los punteros para comprobar si algún pez ha variado el perfecto orden de su aparejo. El surfcasting goza de amplia popularidad entre unos y otros. Cada año en diversos países se organizan torneos de elevado nivel, internacionales o locales. El 6 de octubre de 1996, por mencionar un caso, efectuaron en la playa de Castelldefels, Barcelona, España, el XLVII Trofeo de la Merced con 367 pescadores de esta modalidad. Ese mismo día en el litoral catalán tenían lugar un total de 32 concursos similares. Habría que preguntarse cuántos se hicieron en toda España, en el resto de Europa, en América y en cientos de playas perdidas en islas y continentes… La pesca suele ser sorprendente.

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