PESCANDO MACABI EN LAS SALINAS
(Parte de este artículo aparece en la revista SOL Y SON, No. 76, No. 1 DE 2003, p. 29-35, bajo el título de “Donde los peces pican”)

Alguien apellidado Brito quebró a golpes de barreta la roca cársica en un sitio perdido de la Ciénaga de Zapata y construyó piscinas para fabricar sal. Ya olvidaron las gentes si sufrió hambre, sed, soles inclementes, plagas sanguinarias. Ni siquiera es posible saber si el hombre enriqueció sacándole cristales al agua de mar, si logró sobrevivir o abandonó todo, derrotado por la soledad y los jejenes.


Hoy las salinas de Brito trascienden en la toponimia cienaguera apenas como Las Salinas, un reducto donde la naturaleza cubana es coprotagonista de un singular empeño de sostenibilidad ambiental basado en el ecoturismo. Senderismo, observación de aves y pesca deportiva son algunas de las ofertas de este sitio, enclavado en el corazón de uno de los humedales más importantes del planeta.

UN MUNDO DE AGUAS
Playa Larga, a unos 180 kilómetros al sureste de La Habana, es el centro administrativo de esta región. Es un poblado de pocas casas, alineadas a la orilla de lo que parece una intersección de carreteras, con bosque, ciénaga y mar en torno. Allí los periodistas fuimos recibidos por Lázaro Cotayo, director del Parque Nacional Ciénaga de Zapata, y por Lázaro Viñola, especialista de Areas Protegidas.


El camino de Playa Larga a la estación ecológica de Las Salinas merecería propiamente un reportaje, basado en la cantidad de aves que se descubren sobre ese terraplén sin ningún esfuerzo ni espera. Pero hoy vamos en busca del macabí (Albula vulpes), una de las especies ictícolas más apreciadas por los aficionados, a causa de su veloz y fuerte escapada cuando siente la hincada del anzuelo.


Incluso sin mirar el mapa, se aprecia el trazado rectilíneo de la vía, rodeada de bosques y de lagunas, mitad a mitad de su trayecto de 21 kilómetros. La estación es un conjunto de casas de mampostería, tal vez tan viejas como la historia del fabricante de sal, salvo una en proceso de construcción. A partir de allí todo es agua; mar interior en dilatada planicie y fondos someros, pues las aguas abiertas distan aun ocho kilómetros.


Antes de embarcar, nuestros dos guías cambian sus ropas de viaje por una holgada vestimenta de color claro, un color que casi copia el de la arena y el cieno de estps dilatados y someros fondos. Luego toman sendas cañas de fly casting o pesca a la mosca
y nos explican que esta técnica es superior a cualquier otra para capturar un pez tan rápido y asustadizo como el macabí.


Salimos de la estación alrededor de las nueve de la mañana. Los guías impulsan el bote a palanca y explican el entorno. Seguimos dirección Este, a través del estero del Borracho y pasamos a la laguna de Estero Ciego y luego salimos por el estero de Las Piedras a la laguna de Brito. Mientras avanzamos, divisamos en la distancia la torre de televisión de El Brinco, cercana a Playa Girón y una solitaria casuarina que, no lejos de allí, fue respetada por los vientos de los ultimos ciclones.


Mucha mojarra viaja en la corriente bajo el bote. Al cruzar un estrecho paso entre dos barras emergidas y pobladas de mangle, descubrimos una mancha de cuberetas en una poza. De vez en cuando aparece una barracuda, que puede tener ocho libras o puede tener doce, y al menos una vez aparece una mancha de jureles que pedían a gritos los pescaran.

LLEGA LA PICADA
La técnica del fly es toda elegancia. Casi todos los restantes métodos de pesca deportiva dependen de algún tipo de lastre -una plomada o un señuelo pesado- para que la línea avance. En éste, es la propia línea la que conduce la ligera mosca, para posarla sobre el agua como un fantasma, intangible casi, pero efectiva y contundente. Se lanza al pez que se ha visto, y se le invita con ligeros tirones a la cuerda.


Cotayo y Viñola muestran una maestría que sorprende, pues esta técnica nunca caló en el gusto del aficionado cubano. Explican que recibieron instrucción de especialistas que les enseñaron los métodos de la escuela europea y de la norteamericana. A cada movimiento de la caña, la pesada línea -llamada "cola de rata"- se extiende por completo en cada dirección, antes de ser impulsada en la opuesta.


Es algo similar al movimiento que el domador de leones da a su látigo, pero esta jamás debe estallar. El pescador retiene la caña con una mano y con la otra extrae línea del carrete y la libera a discreción entre los dedos, aprovechando el impulso de cada ondulación. Así, hasta alcanzar la longitud deseada, que puede ser de quince o veinte metros.


Cuando la pesca se realiza a bordo de un bote, el guía va en la popa, impulsándolo a palanca, atento a la presencia de los peces en el agua. Cuando divisa una agrupación de ellos, anuncia su presencia al pescador que va en la proa con una corta frase: "¡a las nueve!" y el deportista de experiencia sabe así que el macabí viene a su izquierda, pues también en este caso se da la ubicación de acuerdo con las horas del reloj.


Los peces pueden aparecer también "a las tres" (a la derecha), "a las doce" (al frente), o en cualquier otra dirección/hora y el pescador y su guía se entenderán siempre con escasas palabras, pues todo ruido es enemigo de esta pesca. En algunos sitios, salvo en fondos que no deben ser hollados, se practica la pesca al vadeo, que es clásica en esta modalidad del lanzado ligero.


Cinco minutos antes de las 11 de la mañana Viñola saca el primer macabí. Lo pelea con una caña White Runner en el bajo del Tiburón, junto a un cayuelo de mangle y casuarinas que tiene en medio una lagunita de peligroso fondo de limo. Tiene alrededor de tres libras y pelea largo. Luego Cotayo cobra el suyo y a continuación me toca el turno con mi spinning, para finalizar, ellos, con otros dos. Todos liberados, por supuesto.


El area de pesca de Las Salinas está dividida en 13 zonas, que suman en total unas 3000 hectareas de espejo de agua en explotación; cada jornada de pesca se realiza en una zona diferente, para disminuir a un mínimo el estrés de los peces.


La comercialización turística de la pesca del macabí en la Cienaga de Zapata se inició a partir de 1995, pero estuvo cerrada en el bienio 1999 al 2000. Después han vuelto a abrir, y en el primer semestre de este año vendieron 136 jornadas de pesca. Como promedio, pican más de 13 peces por jornada a fly y sólo 7 a spinning, pero el porcentaje de captura se mantiene por encima del 72 por ciento en ambas técnicas.


El Parque Nacional Ciénaga de Zapata tiene otras ofertas de pesca deportiva, como la del sábalo (Tarpon atlanticus) en el curso bajo del río Hatiguanico. La pesca del black bass (Micropterus salmoides), llamada trucha por el aficionado cubano, fue la más famosa opción de estos humedales, pero malos manejos de pesca comercial destruyeron su mejor población en la Laguna del Tesoro. Lázaro Cotayo considera que debe reintroducirse.

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