DE PASADA POR MARIA LA GORDA
Mar y Pesca, No 314, Abril 1999, p. 50

Puede que a usted le impresionen las leyendas de piratas y se sienta atraído por la cierta obesa María, que en el más abandonado recodo el occidente de la Isla de Cuba brindaba en otro siglo interesada hospitalidad a la gente de mar. Es una vieja historia y todo lo que queda de ella es un toponímico y un entorno natural agreste y todavía casi virgen.

María la Gorda es hoy una marina de la cadena Puertosol que puede resultar una rada muy oportuna si se navega con tiempo inseguro t ráfagas del Sur por esa zona un tanto solitaria del Mar Caribe. Se encuentra sobre el litoral de la bahía de Corrientes, donde el visitante encuentra una oferta náutica basada en el buceo y la pesca deportiva mientras vive unos días rodeado por la flora y la fauna de la Península de Guanahacabibes

La mayoría de los turistas que llegan a este sitio viajan desde La Habana, distante unos 300 kilómetros. Después de pasar el poblado de Manuel Lazo, el último e cierta talla urbana en el itinerario, la presencia humana es cada vez más rara y el paisaje más atrayente. En la Bajada se halla un famoso radar meteorológico, una joven estación ecológica y un pequeño asentamiento rural; luego de pasar la barrera del puesto de Guardafronteras que allí se encuentra, la presencia del mar impone su encanto a lo largo de los últimos 14 kilómetros de la estrecha carretera hasta la Marina.

Exuberante flora

Uvas caletas, almácigos, majaguas, yagrumas, árboles de madera dura y diversas clases de palmas son identificadas en el trayecto, que acaba en una luminosa playa de altos cocoteros cargados de frutos y que allí parecen como fuera de lugar después de tanta pluralidad vegetal. No ha de buscar uno la frescura de un río, ni siquiera el susurrar de un arroyo en estos secos pedregales, pero el verdor en torno denuncia la humedad y el ojo asombrado descubre en algunos sitios brotes de agua dulce a borbotones –¡justo dentro del mar!-

Unas 30 cabañas funcionan hoy en María la Gorda, donde recientemente se hicieron algunas labores para mejorar la planta de alojamiento. Hay ya muelles y aseguran que están listos para recibir a batistas en tránsito con todos los requerimientos del caso. Por lo pronto, la compañía francesa “Marsub” gestiona desde Europa turistas interesados en las actividades subacuáticas.

Raúl Placencia, el especialista del Club de Buceo en esta marina cubana, señala que cuentan con 45 puntos de inmersión a lo largo de la Ensenada de Corrientes. El más distante se encuentra a sólo 20 minutos de navegación, lo cual garantiza un óptimo aprovechamiento del tiempo en el enclave. A muchos no les faltan oportunidades para hacer un recorrido en Jeep hasta el extremo más occidental del archipiélago, el Cabo de San Antonio, donde aun alumbra el faro construido en 1850 y, poco más adelante, una de las playas más fascinantes y solitarias de Cuba.

Los visitantes son atendidos por cinco buzos e instructores, plantea Plasencia, todos con más de ocho años e experiencia y categorizados por las más reconocidas agencias internacionales de actividades subacuáticas.

Entre los puntos de buceos hay algunos de elevada complejidad y atractivos de catálogos: “El Almirante”, por ejemplo, es un gran colonia del raro coral negro a 30 metros de profundidad, ubicada justo en el declive de la plataforma submarina donde el fondo se pierde hasta los tres mil metros. Allí el buzo es acompañado todo el tiempo por “Tito” y “Juanito”, dos grandes meros que comen de las manos de los recién llegados y se dejan acariciar.

Una holandesa en Cuba

Plasencia nos habla con mucho elogio del “Salón de María” y del “El Encanto”, ambos con cuevas en la barrera coralina y gran abundancia de peces. De estos acaba de regresar la joven holandesa Alexandra Yemen cuando nos la presentan. Es miembro de un grupo de seis turistas que ha venido desde La Haya a María la Gorda.

M y P.- ¿Disfrutó la inmersión?

AH.- ¡Mucho!

M y P.- ¿La impresionó algo en especial?

AH.- El paisaje desértico en tonos azules de la arena del fondo. . . y una barracuda solitaria. Siempre había creído que esos peces nadaban en manchas. Fue la primera ocasión en mi vida que visité una cueva submarina y la experiencia ha resultado única e inolvidable. ¡Se lo aseguro!

Opción pesca

La pesca podría ser en María la Gorda una opción tan fuerte como lo es el buceo, pero resulta obvio que no es así. La flota de esta marina consta de sólo dos embarcaciones, una de ellas el yate Gaviota, de 41 pies de eslora, apropiada para la pesca de altura.

En la oferta del centro turístico está este tipo de pesca y la de fondo. Dicen que las aguas inmediatas brindan buena picada del peto, la sierra, algunos túnidos y meros. Desde hace alrededor de medio siglo se sabe que la peleadora aguja corre por esta zona del Caribe, pero el tema no entusiasma en esta marina: “No tenemos barcos apropiados para esa pesca”, alegan.

Estuve en María la Gorda apenas de pasada, después de acampar una semana pescando sibíes, rabirrubias y pargos con una vara de spinning en la costa de la Ensenada de Corrientes. Al menos puedo asegurar que vale la pena recorrer cualquier cantidad de kilómetros para estar unos días en un sitio así. No se extraña allí a la obesa María ni mucho menos a sus invitados. . .

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